Cartel Curso de UCM

Sexualidades contemporáneas: incidencias y efectos en los cuerpos y en el lazo social. 

Una lectura desde el psicoanálisis.

Desde el 03 de mayo 2023 al 21 de junio 2023

Horario los miércoles de 18.30 a 20.30 horas 

El curso será presencial para los residentes en Madrid y vía online para el resto de participantes.

Breve descripción

Freud a principios del siglo XX pudo detectar que en cada horizonte de época opera una moral sexual. No hay manera de ignorar que la sexualidad y la moral no pueden dejar de estar intrincadas aún cuando en sus naturalezas todo parece estar en oposición. Sin embargo, no hubo qué esperar hasta Freud para constatar que en la existencia humana y el proyecto inevitable de la vida con otros: civilización y sociedad, se traducen en una angustia irreductible en cuanto al sexo. Podríamos decir que la angustia erótica teje nuestras fantasías y también las esfinges que constituyen nuestras ciudades y alcobas. 

Lacan supo avanzar que algo de la diferencia de los sexos producida por el hecho de hablar tocaba nuestros cuerpos de un modo equívoco y esta equivocidad de la lengua hablada genera marcas que modulan nuestra subjetividad y estructura psíquica. El psicoanálisis, en ese sentido,  es una praxis que lee el malestar en el sujeto contemporáneo sin prescindir de las coordenadas de la sociedad en la que opera. En la actualidad las emergencias de la realidad virtual, las nuevas tecnologías y las distintas appswebsites dispuestas para el encuentro con los otros abre también nuevos desafíos y horizontes para entender, desde distintas claves, si algo nuevo aparece en el escenario subjetivo o estos cambios no son más que modificaciones sin efectos en el plano singular y colectivo de la vida humana. 

Desde esta perspectiva, el psicoanálisis de orientación lacaniana se propone con este curso ofrecer, desde sus conceptos y actualizaciones, leer el malestar de la época e introducir preguntas y posibles respuestas en estos nuevos tiempos. 

Este curso va dirigido a quienes estén comprometidos e interesados en el abordaje de la dimensión subjetiva de los problemas sociales: profesionales del campo educativo, sanitario y social, estudiantes de estas áreas, así como también de filosofía, historia y políticas.

PROGRAMA DETALLADO

1) 03 de mayo. Qué hay de nuevo en la sexualidad y sus efectos en las cuestiones del cuerpo y el eros. Alberto Raymondi

2) 10 de mayo. Sexualidades en el marco de las nuevas tecnologías: ¿al servicio del encuentro o el desencuentro? Soluciones sintomáticas. Rodrigo Bilbao

3) 17 de mayo. Diversidades sexuales en el horizonte del derecho pleno a la satisfacción. Silvia Nieto

4) 24 de mayo. Libertades y restricciones en el deseo sexual contemporáneo. El goce entre lo analógico y digital. Amanda Goya 

5) 31 de mayo. La impotencia y las nuevas nuevas exigencias en la moral sexual del siglo XXI. Gustavo Dessal

6) 07 de junio. Ver y dejarse ver en el goce solitario: internet en el fantasma sexual. Araceli Fuentes 

7) 14 de junio ¿Qué ocurre con los denominados pornonativos? Infancia, adolescencia y precocidad. Ivanna Maffrand 

8) 21 de junio. Horizontes de un nuevo deseo en la sociedad contemporánea. El amor desde el psicoanálisis. Rosa López 

Curso gratuito previa inscripción:  

Portada del libro

Eloísa Cano Hutton

Socia de la sede de Madrid de la ELP

Presentación del libro las palabras que me soñaron

Intervención en la presentación del libro de Lierni Irizar Las palabras que me soñaron.

Buenas noches, bienvenidos todos. Desde la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Madrid tenemos hoy el gusto de presentar este libro, Las palabras que me soñaron, de Lierni Irizar, a la cual, desde la comisión de la biblioteca, agradecemos su presencia, al igual que la de las otras dos invitadas, Rosa Mª López y Paula Fuentes.

Voy a empezar por presentar a nuestras invitadas:

En primer lugar, la autora del libro, Lierni Irizar, a la que muchos conoceréis.  Lierni Irizar es psicoanalista miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y la Asociación Mundial de Psicoanálisis, trabajadora social, Diploma de Estudios Avanzados en Ciencia y Humanismo, doctorada en filosofía y máster en Salud mental, y además escritora.  Ha realizado un amplio y diverso recorrido tanto en el campo social como educativo y clínico. Entre sus publicaciones destacan La pérdida de lo humano, El modo en que se trata el sufrimiento, la enfermedad y la diferencia (2014), El cuerpo, extraño. Dos formas de entender el cuerpo: medicina y psicoanálisis (2016) y Banalizaciones contemporáneas: lenguaje, sufrimiento, enfermedad y muerte (2018), y Lo que nadie quiere saber (2021).

Las palabras que me soñaron” es su quinto libro, publicado por la editorial Grama, donde desde una visión a la par poética, y reflexiva nos ofrece sus consideraciones evocadoras sobre el ser humano y su singularidad — siempre desde su ojo erudito y culto.

Día de la presentación, de izquierda a derecah: Rosa López, Elierne Irizar, Eloisa Cano y Paula Fuentes.

Rosa López es psicoanalista, miembro de la ELP y de la AMP, es Analista Miembro de la Escuela y docente de la Sección clínica del Instituto del Campo freudiano. Ha pertenecido a la escuela desde su formación, desarrollando diferentes responsabilidades tanto en la ELP como en la sede de Madrid. Ha sido Coordinadora del Nucep y todos la conoceréis porque ha impartido numerosas conferencias y cursos a lo largo de los años, donde transmite la enseñanza lacaniana siempre desde una visión clara, divertida y estimulante.

Paula Fuentes es socia de la sede de Madrid. Es psicóloga clínica y psicoanalista. También directora de residencia de protección de menores en Guarda de la Comunidad de Madrid desde hace 12 años. Y también atiende consulta en la práctica privada.

Antes de darles la palabra a cada una de ellas quería introducir el tema dando algunas pequeñas pinceladas.

Este libro, Las palabras que me soñaron,  es  un libro difícil de clasificar,  ya que no  es estrictamente  un ensayo, no es un tratado filosófico,  no es un libro de psicoanálisis, no es una novela, no es un libro de poesía, … y a la vez es algo de todo eso ; es, como dice Gerardo Arenas en el prólogo, un “libro único, donde a partir de frases soñadas, nueve sueños  se hacen escritura”; gracias a ellos, la autora nos lleva de la mano a un viaje  personal e íntimo entrelazando  apuntes biográficos,  literarios, poéticos, filosóficos y psicoanalíticos que  le sirven   para  adentrarse en reflexiones   evocadoras que va desgranando  con una  sensibilidad  íntima y especial.

Las palabras que me soñaron, empieza ya con un título sugerente y además enigmático. Normalmente uno dice, “soñé con tal cosa”, o “tuve este sueño”. Aquí en este título no es el soñante el que sueña sino las palabras que le sueñan a uno, hay un desplazamiento en el lugar del enunciante, lo cual nos deja ya sorprendidos. Las palabras, el lenguaje, lo sueñan a uno, como bien nos enseñó Lacan, y no al revés, como lo usamos coloquialmente. Los sueños, como nos indicó Freud en La interpretación de los sueños son, la vía regia de entrada al inconsciente, mensajes de un decir que desea mostrarse. Los sueños son, y cito a Lierni, “Acceso a lo oculto, conocimiento sagrado, elemento mágico o profecía, despertar, mensaje del alma, revelación de la verdad, símbolo y sentido, expresión de deseo, siempre tuvieron un lugar en el pensar. Son lo que no se domestica, lo que en nosotros dice algo de lo que no queremos saber”.

Sigmund Freud ya nos advertía: “Un sueño es un despertar que comienza”. Lierni Irizar nos lleva de la mano a varios despertares, ya que recurre, como es habitual en su escritura, a fuentes diversas, literarias, que nos iluminan e ilustran sobre dónde buscar la belleza; nos recomienda indagar en “esa porción de humanidad que conecta con experiencias abismales, con el amor, el arte y el dolor, con la complejidad, las contradicciones y las paradojas, con todo lo demasiado humano que nos habita”.  Y nos recuerda que los sueños son de un lado, fruto del amor al inconsciente, pero también “son, la intimidad misma” del soñante.  “El sueño es el confidente íntimo, una carta aún no leída”. Arnoldo Liberman, en el epílogo del libro nos dice: “no hay sujeto sin sueños” y se pregunta: “¡Existiríamos los psicoanalistas, los filósofos, los poetas, el arte, la política, la historia, sin ellos?” Un ser humano sin sueños es inconcebible y, al fin de cuentas, la historia de la humanidad no es más que la reserva y el manantial de sus sueños”.

Pero en cierto modo podríamos decir que nos advierte Lierni Irizar que al final todos los sueños hablan de lo que en los seres hablantes no se puede escribir: el sexo y la muerte.

Lierni nos convoca también a pensar en el lenguaje, en las palabras y nos dice que ellas pueden servirnos entre otros usos “para palpar, para presagiar, para hallar, para compadecer, para creer, para conmover, para recordar y finalmente, para saber, saber que ellas, las palabras, son seres extraños, con poderes ocultos, que muerden el cuerpo y la vida entera” y que “tener el coraje de vivir sin miedo implica conceder a cada palabra su valor incalculable”.

Por otro lado, para que la vida se pueda convertir en algo digno de ser atravesado la autora nos recomienda que, aunque el ser humano rechace su incompletud, su alteridad disonante, se puede aprender a considerarlas hermosas.

Hay un capítulo donde nos recuerda que Beethoven, en su Novena Sinfonía nos transmitió un mensaje de alegría: “ocurra lo que ocurra, al final está la alegría de haber vivido”. Es el triunfo de lo humano sobre el dolor. Ese fue para Beethoven su camino final y lo que se le dijo a Lierni en uno de sus sueños: “no te aferres a tu dolor, suéltalo ya”, porque “A pesar de todas las debacles, siempre habrá algo a lo que abrazarse para no sucumbir.”

Para Lierni, escribir hoy es un modo de estar en la vida, (no siempre fue así, al principio fue un ideal imposible), y lo que ella nos dice del psicoanálisis es que le ayudó a poder lograr el síntoma solución, el que satisface, aunque no suponga ninguna armonía o felicidad. Una salida, una forma habitable de estar en el mundo, y para ella hoy, la alegría.

Eloísa Cano Hutton

Paula Fuentes

Socia de la Sede de la ELP de Madrid

Intervención en la presentación de Las palabreas que me soñaron de Lierne Irizar

Buenas noches. En primer lugar, agradecer la invitación para participar esta noche, a José Alberto Raymondi, nuestro director de la Biblioteca y a los demás miembros de la Comisión, compañeros y compañeras. Saludo con afecto a Rosa López, y a Lierni Irizar, la autora de este bello libro.

Bello es lo primero que destacaré, junto con poético, emocionante y determinante. Hay un esfuerzo por lo poético y lo bello que me interesa especialmente y que tirando de ese hilo es donde surgen las ganas de seguir leyendo y el interés por descifrar y por saber más del desciframiento de los sueños de Lierni.

Como ella dice, parte de un agujero, unas pocas palabras en caos, un sueño, que debido a la creencia de que hay un orden, unida al malentendido, se sirve del lenguaje para generar comprensión, una mirada, y entonces elegir, y quizá abrirse a algo nuevo, a algún tesoro imprevisto. En las primeras reuniones de la Comisión de la Biblioteca de esta etapa, ha surgido varias veces esto, la idea de encontrar un tesoro escondido, y el disfrute y amor que se pone en esa búsqueda, hay deseo de descubrir, y quizá se permita alcanzar algo, quizá imposible, en forma de hallazgo que genere alguna forma de belleza, nuevamente aparece la belleza.

Los sueños serán mensajes de un decir sin domesticar, que dicen algo, que impulsan a soñar más, a amar las palabras y al amor por el inconsciente. Serán siete, y algunos más, los sueños que recorren las páginas, que algo muestran y que algo esconden, que tratan de acercarse a lo más íntimo, de tocar lo inalcanzable y de descifrar. Son sueños de la autora, pero también decires y vivencias de otros, personajes u obras de la literatura, escritores, músicos… Beethoven, Mahler, Kafka, Chandos, Quignard, Freud, piezas musicales, óperas… serán otros que también sueñan y que se relacionan con las palabras, con el amor, con la belleza, con el extravío, con la verdad, con la ética… esas cosas que nos interesan a los analistas.

Se habla de lo mágico de las palabras, de los sonidos, por cómo tocan el cuerpo y por el misterio que no desvelan, haciendo una descripción de lo real a través de varios autores y ejemplos de forma esclarecedora y determinada, donde algo sin nombre se anuncia y te atraviesa, sin palabras, tocando la vida y la muerte, y siendo un puro sentir. Aquí pensé en el Seminario 23, en el que en un momento dado se dice que “el lenguaje muerde lo real, lo agujerea” … resultando entonces un efecto de resonancia o de vaciamiento que movilice a cada sujeto, escapando de las interpretaciones llenas de sentido, permitiendo así abrir un espacio vacío que permita el movimiento. Eso que Lierni dirá también en cuanto a la distinción del desciframiento y la interpretación, dando valor destacado al desciframiento, como generador de algo nuevo. Se habla del arte, como aquello que toca lo que no se ve y como puerta de entrada a lo real, tratando de decir o darle forma a lo indecible, como forma de curación para el sujeto desengañado que pueda crear una representación posible para vivir.

De todos los sueños, el sueño que más me ha impactado fue el segundo, y me impresiona la descripción y la atención por la manera y el camino a elegir por cada sujeto ante el desgaste de la vida, la melancolía, la idea de pescar el detalle cuando se pierde, cuando no hay discurso, cuando no se sabe qué hacer con la existencia, cuando llega o se elige la muerte. Cómo hay que atender a las marcas fundamentales y a las contingencias, cómo la mentira hermosa de la historia puede ser una verdad hermosa para aliviar las pérdidas, cómo las palabras también se consumen y cómo hay que parar para poder seguir.

Se lee alegría en el libro, en la escritura, esa que le provoca a la autora su síntoma, escribir, soñar y desear. Se ve optimismo, no espera, se lee dignidad, cito a la autora, “risa, coraje, dolor, grito, palabras,”. También se lee música y amor.

Antes nombraba las referencias a numerosos autores, artistas, músicos, poetas que aparecen en estas páginas, todas lúcidas, que, aunque parten de agujeros, deseos, traumas, como los sueños, describen muy bien lo que sucede cuando uno cierra los ojos, ya que así uno ve, accede a algo más vivo, conecta con la vida, el deseo y la muerte. Se habla de la muerte, de su relación con el silencio, de lo que se muere y de lo que nunca muere.  Se habla de la música, del lenguaje, de la vida. Honestamente la autora abre una parte de su puro sentir, compartiendo sueños y también angustias, pero siempre añadiendo un tono de luz, algo en lo que reconocerse y escucharse, para hacerse oír y para escuchar… La música, allá donde faltan las palabras.

Nos preguntamos continuamente (o al menos yo), cómo se accede a la verdad, al abismo, a lo singular, sin caer en el dolor de la vida, en las marcas que deja; … cómo poder ir más allá, hacia lo bello sin tantas sombras, sin esperanza triste y con deseo. “Cada uno oye su propia corchea” dirá Lierni en un momento dedicado a la música. Se pondrán en valor las contingencias y las elecciones, así como las marcas en el cuerpo de la lengua materna, dándole una importancia clave al triunfo de lo humano sobre el dolor, posibilitando soltar ese dolor y no aferrarse a él.

Siempre elegimos.

El amor, que se une a la insatisfacción si se quiere todo, que toma el cuerpo, que pone en juego todo lo que escapa, algo de lo real indecible. Pero que quizá sea lo único que cuenta. Amor, amores, amores unos, amores otros, amor inmortal, amor y muerte, amar a lo Otro… y La música y su conexión con el amor.

Referencias clásicas y mitológicas que ayudan a entender los ideales amorosos varios, junto con definiciones filosóficas de las que es difícil desprenderse y la presencia de la muerte en todas las formas del amor, introduciendo la idea de la eternidad del amor solo cuando hay muerte, que es quien permite esa eternidad. El problema con el otro nunca se resolverá, pero se proponen algunas ideas muy interesantes para lidiar con ello, tolerar la ausencia y la soledad. Propone un cambio de lógica y, cito a la autora, “una apertura arriesgada al encuentro para que algo se pueda escapar, agujerearse y sea posible acoger lo nuevo, lo Otro, lo que no hace totalidad”.

El recorrido de los sueños va más allá, también más allá del exceso, del goce, de la falta de límites, del sexo, pero no sin ellos. Está claro que en los sueños no están todas las respuestas, pero hay mucho que decir mientras se transita por ellos, intentando ir más allá y hallar algo verdadero, atendiendo al conocimiento propio y singular de cada uno, de cada ser soñante o soñador, que si después decide escribir vuelve a soñar, y vuelve a pensar y a sentir con emoción lo que dice.

Mientras yo escribía estas líneas para la presentación de hoy, pensaba en qué decir para no desvelarlo todo, pero luego me vuelvo a dar cuenta que eso es imposible, otro más, imposible que el otro sepa todo, que se pueda desvelar todo de algo, cuando no hay un todo, cuando la lectura de cada uno es singular y distinta, cuando el desciframiento no tiene que ver con la interpretación y cuando cada uno pone lo que puede en cada cosa que hace, piensa o sueña. Lo verdaderamente determinante será cómo quiera vivir ese tránsito por lo particular, por su extravío interior y por la escritura.

Si me das a elegir… me quedaré con dos frases, entre muchas, porque siempre elegimos:

La primera tiene que ver con lo oscuro de un sueño, por el lugar desde el que parte, un agujero, la noche, lo incomprensible, el inconsciente, … Dice así: “… Una antorcha tendrá que iluminar lo suficiente para no ocultar la oscuridad”, fin de la cita.  Porque si todo se llena de luz no hay espacio para el inconsciente, y ese es otro discurso, no el analítico, uno que busca el sentido pleno, la desaparición de las dudas y la norma como reguladora global, incapaz de aprender nada nuevo y alienado de sentido sin deseo.

La segunda, es una frase de la autora, que conmueve, desde la dignidad de un deseo propio y que tiene que ver con lo que quizá sea lo único que cuenta: Dice así “Solo conozco una patria, la que me ofrece alguien que guarde para mí un lugar en su sentir y pensar. Que dice sí a lo que soy, que me acoge, me deja acompañarlo, camina conmigo… en el extravío encontramos a los otros”.

Ya en el anterior libro de Lierni, comienza con un sueño, y también se plasma la conexión con lo indescifrable, tratando la idea de lo real incurable. En esta ocasión, a través de sueños propios y algunos de otros, con poesía, se reivindica de alguna manera lo amoroso, lo poético, lo bello, lo nuevo, la música, el arte y el enigma, pero también se hacen propuestas, posibles quehaceres y decires para hacer frente a lo indecible.

Leer sueños de otros, te hace atender más a los tuyos, y ya sabemos que una vez que has visto algo ya no puedes hacer como si no lo hubieras visto, eso me ha pasado con este libro, emocionante y digno, también riguroso y precioso. Definitivamente un tesoro de los que buscamos en la Biblioteca.

Encantada de haberte leído de nuevo, Lierni.

Paula Fuentes.

Rosa López

Miembro de la ELP y AMP

Intervención en la presentación de las palabras que me soñaron de Lierni Irizar.

Antes de empezar vayamos al comienzo. Ese comienzo que, como dice la autora:era nada, misterio, un agujero eterno y sobre ese misterio se alzó el verbo. Ese fue el verdadero comienzo que fundó un mundo desbordante de palabras. Las cosas se apropiaron de su nombre y ahí comenzó el caos, el de la creencia en un orden, porque el lenguaje tiene su razón, pero también su locura y su malentendido. Y desde entonces vivimos soñando, nombrando, buscando, durmiendo, anhelando, amando y odiando”

Efectivamente, las palabras sirven para conjurar el miedo, pero también se expanden como una telaraña de sentido que lo envuelve todo sin decir lo preciso para saber vivir. La palabra hablada es un vértigo, pues se cae de la lengua sin obediencia alguna. Por eso es necesario escribir. Escribir es el intento de fijar las palabras para impedir que se las lleve el viento. En lo escrito no solo se puede decir sin hablar: también se puede decir sin estar presente, incluso sin estar vivo, pues en toda escritura hay un anhelo de eternidad. Lierni Irizar necesita escribir y así nos lo hace saber: su decir no aspira a explicar el mundo, si acasoun microcosmos tan insignificante como único”, porque surge de su deseo por pasar del silencio ahogado al decir y, además, tiene un propósito confesado: vivificar un momento de cierto cansancio y desengaño”.

Las palabras que me soñaron:

Es un título muy preciso que nos muestra dos cosas. Una de carácter general, y es que todos somos soñados y hablados por ese Otro que es el inconsciente. Otra, completamente singular, y es que los sueños de Lierni se componen únicamente de palabras que se articulan bajo la forma de frases cortas depuradas de toda imagen. Como si en su largo recorrido de análisis hubiera jibarizado lo que con Freud denominamos elaboración secundaria. Ese entramado de imágenes y palabras que actúa como veladura del núcleo esencial del sueño, el ombligo de lo no reconocido, lo Unerkant. El libro es el testimonio de lo que han supuesto estos siete sueños para una mujer soñante y soñadora, como ella misma se define y hay que reconoces que esta soñante sabe hacer con las palabras que la soñaron una transmisión que nos sirve a todos, pues la singularidad no está reñida con la enseñanza universal de la condición humana. A fin de cuentas, como decía el Próspero[1] de Shakespeare “estamos hechos de la misma materia de los sueños”. 

El primer sueño, es un elogio de las sombras digno de reivindicarse en esta época que promueve la transparencia absoluta, al modo de un imperativo superyoico que exige que todo pueda ser visto. El estrago de semejante exigencia es enorme pues el ser humano solo puede soportar su relación con el mundo si se establece una zona visible y otra fuera de lo visible. Esa belleza de los claroscuros, que tan bien describe la autora, es la que permite que el sujeto tenga un lugar en el mundo, pues cuando los límites se desvanecen y la función de la ventana ya no recorta lo real, cuando el azul del mar se confunde con el del cielo generando una masa gris, entonces surge la angustia como señal que nos avisa de un peligro. Lierni tiene la fortuna de gozar de un inconsciente intérprete que le manda avisos mediante los sueños, sin que sea necesaria la presencia de la angustia.

El sueño se reduce a una frase que pareciera plena de sentido, como la moraleja de un cuento para edificar a los niños avisándoles que la belleza está en el interior: “Lo que no se ve es más importante que lo que se ve”y requiere de un importante trabajo de análisis, que la autora tiene la generosidad de transmitirnos, sobre lo que ella no ve de sí misma. La autenticidad del testimonio de alguien que hace del caos de su identidad un ordenamiento heterogéneo y conmovedor por su trasfondo de dolor. Un esfuerzo de poesía la lleva a declinar los variados modos de ser que velan el agujero de lo que no puede ni verse ni decirse. Ella escribe sobre lo indecible porque en ello le va la vida.  Estamos anteuna hilandera que se afana como la araña en construir tejidos de palabras que creen vida”, tal y como ella misma se define.

¿Y qué decir de la relación con el otro, con el semejante a quien se ama como un alma gemela o se odia porque nos resulta opaco? Lierni nos da una clave fundamental: “Sería necia si no preservara el misterio de tu otredad como un enigma… Admitirte otro y decir “aquí estoy”, eso sería un modo de la humanidad no tan necia, no tan tonta”.

Me gusta tanto la escritura de Lierni que me pasaría toda esta presentación citándola, como diciéndoles “No se pierdan la manera en la que dice esto y aquello otro” con lo que me siento tan concernida – porque lo singular no excluye lo similar de esas palabras que nos tocan como abrazos o como golpes.

Experimento al leer sobre el síndrome de Lord Chandos: el anhelo de coleccionar las mejores palabras que otros escriben y que se nos escapan como agua entre las manos, salvo a Funes o a Arnoldo Liberman.

Lo que se pierde al hablar, al escribir, al leer, es inevitable por estructura. El lenguaje fracasa ante el agujero del sexo y de la muerte y hace muy difícil nombrar el mundo perdido. Pero Lierni lo intenta, como debe ser, y realiza un forzamiento para hacer decir al lenguaje lo que no se puede. Esa es la obligación de un buen escritor, porque solo los poetas pueden aproximarse a lo real indecible. 

¿Cómo transmitir los sonidos asemánticos que violaron ese agujero sin esfínter que es el oído y que gozaron el cuerpo? Por fortuna, para Lierni la música actúa como protección que acalla el ruido del goce. La escritura también, porque si 

“La palabra juega con nosotros” nosotros o, al menos ella, también puede jugar con la palabra. La autora apuesta por el juego más serio, el de las tres heridas de Machado: escribir sobre la vida, sobre la muerte y sobre el amor. ¿Por qué se arriesga en esta apuesta? Por amor al arte, porque solo el arte nos permite rozar lo que no se ve, y de ese modo sirve como curación, aunque sea parcial, de la trágica condición humana.

La vida causa uso, es el segundo de los sueños. Una frase más enigmática que la primera y que produce un afecto en el cuerpo de la soñante: el cansancio como fatiga de vivir. Hay un tono de belleza melancólica que se expresa como nostalgia por lo perdido en forma de poema, y que no puedo resistirme a leerles:

Canto

A lo que fuimos

Al lugar de la infancia en el que era posible esconderse entre

helechos

Al que ya no está y llevaba el nombre de mi padre, que me

explicaba el mensaje escondido en una bolita de excrementos: el búho se había comido un ratón

A ese mundo en el que en cada esquina había tesoros

inimaginables

A la esperanza que no era necesario convocar, que venía sola

A los ideales que doblaron la esquina y se disolvieron

Al amor que con mayúsculas existía

A todo lo que se perdió y era quizás falso pero hermoso

Canto

El tono poético se mantiene en las siguientes páginas en las que la autora busca el modo de rescatarse a través de lo singular irrepetible. Para ello la importancia del detalle es fundamental, pues por usada que la vida esté aún podemos encontrar esos divinos detalles que en la infancia nos fascinaban. Lierni nos da su fórmula singular: Hay que descubrir en un gesto un ser, y en una sonrisa un padre”.

“La vida causa uso” dice el sueño, y la soñante lo experimenta en sí misma, pero sobre todo en el padre. Un padre en fuga que, siguiendo el camino de su hermano, se fue perdiendo en el mundo de los vivos, pero que esta hija rescata mediante los divinos detalles que le recuperan. “La música, es mejor que dormir”, dice el padre, y entonces el sentido inicial de la fuga cambia, ya no es el que se va siguiendo los pasos del hermano, es el que compone con ese hermano una fuga a dos voces como una canción de amor. ¡Estremecedor!

Tercer sueño: Vivir como si todo fuera a ir bien, sabiendo que puede no ir bien. “Sin un velo sobre el horror, todos nos arrancaríamos los ojos. Y por eso, la frase de mi sueño vino a decir algo muy serio, la esperanza”

¿La esperanza? Me sorprende la propuesta. ¿Acaso Lierni va a hacer el canto de la esperanza después de tanto análisis? ¿Pero, por qué no iba a hacerlo? A fin de cuentas, elegir supone una herejía. La ortodoxia me lleva a recordar la pregunta kantiana que Miller en “Televisión” le dirigió a Lacan: “¿Qué me está permitido esperar?” y éste respondió con una de sus potentes frases “… espere lo que le plazca. Sepa solamente que vi varias veces a la esperanza, lo que llaman las mañanas que cantan, llevar a gentes que apreciaba tanto como lo aprecio a usted, al suicidio muy simplemente”. Lacan se burla de las virtudes teologales y nos ofrece una confesión que viene al caso porque procede de un sueño: el deslizamiento de la fe, la esperanza y la caridad. hacia la palabra “feria”.

¿Hacia qué pasión conduce la esperanza si no es equivocada, desplazada, despojada de sus sentidos? Hacia su propia patología que, según Lacan, es el suicidio, y su pasión: el odio de sí. Lean, sin embargo, cómo se las arregla Lierni para darnos su propia perspectiva en la que aboga por una esperanza disonante y nos convence. “Descubriendo la belleza de una derrota luchada. Dejando que la risa tome el lugar del llanto para mostrar que la disonancia también nos hace cómicos. Haciendo del amor el motor de una vida siempre breve, disonante, malsonante a veces”.

Quinto sueño: Dios ha muerto, el mundo ha muerto, la música no ha muerto. Este sueño abra la vía de lo que ha caído y lo que se sostiene frente al silencio que no es fácil de acallar. Acallar el silencio parece un oxímoron, pero es una paradoja más de la condición humana. En el silencio habitan las pulsiones y la voz áfona del superyo que nos tortura con sus imperativos.

Uno solo es responsable de su saber hacer, nos dice Lacan. Lierni da fe de lo que le ha costado saber hacer con el doloroso silencio: música, poesía, amor y “escribir como una loca para que el cuerpo hable de otra forma”. La autora recuerda el testimonio de Quignard, que desterró la música de su vida, pero prefiere ir de la mano de Arnoldo Liberman, quien se (le cito) “arroja a la música para no morir, pues es lo que ayuda a que el vértigo no sea domesticado y permanezca vértigo”. Y es entonces “puro presente, la eternidad absoluta del instante”. Definitivamente, Lierni se aferra a la música como aquello que le permite asomarse a la oscuridad que la razón teme, pero también al horror de la claridad máxima.

Sexto sueño: Hay muy pocas cosas en la vida que son por necesidad. “Quizás cuando se vive, lo verdaderamente necesario es morir”, nos dice como si esto fuera una obviedad y me produce un respingo.  Cierto es que todos somos mortales, pero como además somos hablantes sexuados, la muerte queda contaminada y deja de ser una necesidad para convertirse en otra cosa; un fantasma, una pulsión, un temor, un pasaje al acto o, como dice la autora, “un dejar que el dolor se apoderara de mi ser”. Goce mortificante que se repite sin que obedezca a ninguna necesidad y del cual el sujeto es responsable.  De nuevo la música viene en su auxilio bajo la forma de una voz atronadora, la de uno de los compositores más sufrientes que la “regaña” y le muestra la canción de la alegría.

Séptimo sueño: Cómo encontrar satisfacción cuando se quiere todo. Acabemos hablando de amor, comme il faut. El amor como el deseo de hacer de la falta un todo. Este es el asunto “volcánico” al que nos convoca el ultimo sueño. La frase que pone un punto de capitón a la serie de palabras que sueñan a Lierni Irizar.

 ¡Aquí te quiero ver! Aun cuando se trate del tema más manido del mundo -y muy especialmente de los psicoanalistas lacanianos, que hemos dejado de menospreciar el amor engañoso para elevarlo al estatuto de una suplencia con la que remediar lo imposible de la relación sexual- la autora nos hace saber que para ella ha sido el asunto más evitado. y que nunca ha escrito sobre el amor. No voy a añadir nada porque quiero que lean el libro hasta que se encuentren con la traca final. En todo caso, les invito a que interroguen a la autora, presente en este acto, sobre lo volcánico del amor. 

Concluyo afirmando que en este libro nada tiene que ver con medir la mayor pasión de una época, la nuestra, que cuenta la subjetividad con números. Lierni cuenta la condición humana con historias hechas de palabras soñadas que cobran una musicalidad poética, y hacen resonar tanto el sentido como el agujero.

Rosa Lopez


[1] Shakespeare, W., La tempestad, acto IV, escena I

Lierni Irizar

Miembro de la ELP y AMP

 Presentación de su libro, Las palabras que me soñaron.

Mi agradecimiento a la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Madrid y en especial a José Alberto Raymondi, también a Eloísa Cano, Paula Fuentes y Rosa López por su lectura y comentarios y por supuesto, a todos los que hoy nos acompañan.

Realmente, no voy a decir mucho sobre el libro porque no sabría bien qué decir, y creo que resulta más interesante hablar sobre lo que me surge tras haberlo escrito.

Encontré una frase que considero enmarca mis frases soñadas:

“El lenguaje sueña”, G. Bachelard.

Siento que es así en general, que el lenguaje sueña en nosotros, del mismo modo en que somos hablados por él. Y es así especialmente en estos sueños que después de soñados y escritos siguen interrogándome.

Borges nos recuerda en La pesadilla que no se habla de lo asombroso y extraño del hecho de soñar. Y creo que es cierto, que en general se habla poco de los sueños.

Anne Dufourmantelle, en su libro En caso de amor afirma lo siguiente: “los sueños son también un encuentro”. Un encuentro que evoca, que “es una textura poética que se apodera del cuerpo mismo”. Se trataría entonces de abrirse a ese encuentro posible.

Algo así se ha producido para mí con estos sueños. No he tratado de reducirlos a un saber, sino que los he tomado como apertura a una posible poética o escritura.

El sueño, en general, requiere ser interpretado, al menos en el discurso psicoanalítico (y en algunos sueños), pero los sueños que conforman este libro no llaman a una interpretación. Como Gerardo Arenas afirma en el prólogo, lo que busco es un cierto descifrado de estos sueños formados, no por imágenes, sino por palabras, breves frases carentes de equívocos.

Arenas toma una de mis afirmaciones que plantea que los sueños son lo que no se domestica, algo que me parece importante destacar cuando parece que todos los ámbitos de la intimidad se encuentran hoy colonizados por la lógica mercantil y tecnocientífica. Esta especificidad indomesticable de los sueños me hizo recordar una referencia del Libro de sueños de Borges en el que habla de las Confesiones de San Agustín y que me gustaría leerles:

Hacia el año 400 San Agustín, redactó sus Confesiones. No pudo disimular su asombro ante las deformaciones y excesos que asaltan en los sueños al varón que, durante la vigilia, se atiene a su concepción ético-filosófica y a la doctrina cristiana. “No por mí, sino en mí ha ocurrido -dice-. ¡Entre mí y mí, qué diferencia! Y el obispo da gracias a Dios por no ser responsable del contenido de sus sueños. La verdad, sólo un santo puede quedar tranquilo de saberse irresponsable.” Para el psicoanálisis, ser soñado no implica irresponsabilidad. Freud nos enseñó a buscar nuestra parte en lo que nos ocurre, también en el sueño.

La serie de frases soñadas que conforman este libro constituyen un conjunto extraño. Aún no sé bien qué son y me gusta no saberlo porque me permite mantener abierto el deseo de explorar ese mundo onírico más allá de lo que consideraba supuestamente establecido.

¿Qué hago con estos sueños en el libro?

Hay diversos usos posibles de los sueños, también ninguno. En mi caso, es un uso que ensaya una escritura en cierto sentido nueva, que aúna sueños, recuerdos, relatos y fantasías con cuestiones filosóficas, literarias y psicoanalíticas. Escritura desplegada a partir de lo que he llamado sensamientos y que forman parte de algo que Arnoldo Liberman plantea en su epílogo. Me refiero a lo que llama “celebración de la ceremonia del lenguaje”. Celebración que considera es recreación, es decir, creación a partir de algo, en este caso, sueños. Pero celebración es también algo que tiene que ver con la alegría, lo vivo. Celebración resuena para mí como un modo de festejar el lenguaje para que no nos abandone como le pasó a Lord Chandos, en el texto de Hugo von Hofmannsthal (comentado en el libro). Pascal Quignard (también comentado en el libro) nos recuerda que las palabras solo abandonan a quienes las han vaciado y desvitalizado.

Creo que este libro es también un esfuerzo de vitalización de las palabras que, reducidas a la mera repetición, me mortifican. Es un querer que ellas digan, un intento de devolverles su extrañeza y encarnación corporal, su enigma, para aliviarnos así del uso que la vida causa, como dice una de las frases soñadas.

Otra de las frases, “cuando no sueño me despierto dormida”, despierta mi curiosidad por la función del sueño, por lo que éste sugiere, ya que parece querer afirmar que el soñar abre la puerta a algo que es más real que la realidad cotidiana. He de reconocer que los sueños siempre me parecieron fascinantes, hubo desde mi juventud una curiosidad por su enigma. Recientemente, encontré una viñeta de Tute en la que una mujer tumbada en el diván le dice al analista: “Ay, usted es un ángel, doctor. Mi marido ni por plata escucharía mis sueños”. Pensé: ella soy yo. Fue una suerte encontrar el psicoanálisis para que mis sueños fueran verdaderamente escuchados, no sólo por mí. Porque creo que contar un sueño en el dispositivo de un análisis, puede ser un “despertar que comienza” como dice Freud.

Voy por tanto a compartir brevemente con ustedes, algunas cuestiones que sobre los sueños puedo pensar.

Los sueños son efímeros, aparecen y se van, a menudo para siempre, pero están también aquellos que dejan huella, en ocasiones indeleble, porque trajeron incrustado en su texto un saber o un sentir que se convierte en inolvidable.

El sueño puede, como afirma Dufourmantelle: “Reparar, rememorar, profetizar, escuchar, poner en guardia, aterrorizar, apaciguar, revelar, liberar. Y nos permite olvidar”[1]. Estaría bien poder detenernos en cada una de estas capacidades oníricas para entender lo que los sueños pueden.

El sueño puede ser considero una obra y, de hecho, para Borges, el sueño es una obra de ficción y la actividad estética más antigua.

Desde Freud nos acostumbramos a pensar los sueños como una actividad intelectual altamente complicada. Es la vía regia al inconsciente. Lacan añadirá a esto que el sueño mismo es ya una interpretación que el inconsciente realiza. Son para el psicoanálisis realización de deseos y conectan en un punto que Freud llamó ombligo, con lo indecible, con lo real.

Soñar es, para mí, un modo de ver con los ojos cerrados, algo que Pascal Quignard llama “el presagio de un pasado ignorado”, presagio porque el sueño toma elementos del pasado para decir lo suyo, pero, además, los proyecta a algo futuro, algo que, si podemos escuchar, puede producir un cambio a partir de lo que se repite. Me detendré en esto.

Es lo que Ane Dufourmantelle con otro nombre, (que toma del psicoanalista Néstor Braunstein), llama “profecía íntima”, algo que el sueño anticipa como solución y que es el modo en que puedo entender ese sueño que he llamado cero, que viene a anticipar algo que será luego una salida que anuda.

Esta profecía supone que en cierto modo estamos adelantados a nosotros mismos, una suerte de inconsciente que mira al futuro, que anuncia algo de nuestro deseo.

Nos cuenta, en su libro Elogio del riesgo, una serie de tres sueños de un paciente que atravesaba un momento de derrumbe, y que sueña lo que después será su salida: la música que en el sueño interrumpe el juego en el que participaba, siendo él un jugador empedernido. Esta música estuvo presente en su infancia, pero nunca más encontró un lugar en su vida. Ahora apareció como algo nuevo a partir de lo que ya estaba, a partir de una marca infantil. Este hombre se hizo pianista y Dufourmantelle considera su sueño una profecía íntima, profecía a la que se puede o no consentir. Creo que es un tema interesante a tener en cuenta.

Diría también (ligado a lo anterior) que el sueño crea subjetividad y por eso puede ser elaboración. Es una creación del sujeto, pero al mismo tiempo el propio sueño puede ser creador de subjetividad. Relaciono esta idea con lo que la autista Donna Williams afirma en relación a su escritura. Ella escribió su primer libro Nadie en ningún lugar como si fuera un sueño, sin conciencia de lo que escribía, y solo al leerlo pudo hacerlo suyo con el efecto que esto tuvo de apropiación de su historia. Fue el inicio de un camino de escritura como modo de no perder su propia voz.

En esta misma línea, el sueño puede ser creador de saber. Hay de hecho sueños que fundan un recorrido intelectual o filosófico (Descartes o Eugenio Trías son ejemplo de esto). Y pueden también fundar o impulsar una escritura, como ha ocurrido con este libro.

Por otro lado, creo que los sueños recorren los bordes de lo que no puede ser dicho, de ese agujero sin palabras que no deja de trabajar en nuestra “intravida” (término de Liberman que me gusta porque incluye la subjetividad y lo vivo). Pero no sólo eso, también creo que el goce tiene su papel en los sueños. Es un tema muy interesante que se ha abierto para mí como algo a trabajar.

El sueño, según su uso, puede propiciar algo próximo a un despertar posible (si es que lo es), porque apunta a lo que Quignard llama “la entraña”, lo más singular de cada uno.

Eso que Arnoldo Liberman llama en el epílogo, la propia corchea. Corchea con la que podemos construir una melodía propia. Aquello que hace de la vida algo que puede merecer la pena (al menos a ratos).

Todas estas cuestiones y más surgen de esta escritura. Recordé, mientras pensaba qué contarles, que ya mi anterior libro Lo que nadie quiere saber, comienza con un sueño. Y, por tanto, sueño y escritura habían ya comenzado a anudarse antes de este libro.

Quizá tiene razón Ernesto Sábato cuando afirma que de los sueños se puede decir cualquier cosa, menos que sean una mentira. (Confesiones de un viejo escritor) No creo que se trata de decir cualquier cosa, pero sí creo que hay aún cosas para decir, para explorar. Muchas gracias

Lierni Irizar


[1] Dufourmantelle, A. 2021, p. 21

Denisse Nadeau

Socia de la sede de la ELP

Resonancia de la presentación Las palabras que me soñaron de Lierni Irizar

Lo primero que me llega de esta presentación es la pregunta ¿qué puede interesarle al psicoanálisis o a los psicoanalistas de la poesía?

A lo que respondo que uno de esos aspectos es justamente la resonancia, la resonancia en el cuerpo del sonido de las palabras.

Me parece muy difícil hacer un relato para presentar o hablar de la poesía, por lo cual ahí nos sirve la resonancia y el poner de nuestra parte, para poder hacer otra cosa a partir de lo que te toca de la poesía. Pues es a partir de esta singularidad que te toca en la resonancia, que los psicoanalistas podemos aprender algo de la poesía.

Parece ser que la poesía nacida de estos sueños de la autora, hace un esfuerzo de vitalización de las palabras que mueren por el goce del sentido, una vitalización que aparece en el sonido de las palabras en resonancia para el lector que pone de su parte.

Saludos y gracias.

Denisse Nadeau

Portada del Libro

Sergio Larriera

Miembro de la ELP y AMP

Presentación del libro, la hora del rechazo, de Jorge Alemán

Buenas noches. Me pliego a los agradecimientos que ya los compañeros han realizado, presencia, ámbito, Escuela. Voy a empezar por los nombres de las personas que están en esta mesa. Quiero destacar el impacto, la conmoción que me produjo ser invitado por el amigo Jorge a esta presentación y las sensaciones recogidas en las palabras de lo que se ha dicho. Voy a ir nombrándolos uno por uno. María Navarro, para mí es portavoz, ya desde niña de un poema que no cesa y al que cada tanto me asomo, autora de un prólogo que exige una minuciosa lectura, del mismo modo que ella nos advierte de la dificultad de la lectura de este poemario de Alemán. Tanto prólogo como libro exigen una minuciosa y detallada lectura. Porque están desde siempre en dialogo, Alemán y Navarro. Es una conversación entre poetas, ritmo, musicalidad, cadencia, porque encima es una poesía escrita que ya no es lo mismo, es un paso más, luego podemos hacer una mención de estas cosas.

José Alberto Raymondi es un bisturí de corte preciso, oyeron ustedes con que afilados modales entró a diseccionar, y a separar esa Hora y ese Rechazo, cómo los trabajó, a uno y otro, cómo lo combinó y respecto de sus inteligentes palabras, destacar que es el Director en este momento, como él mismo dijo de la Biblioteca que nos acoge hoy, que nos invita. De sus palabras quiero hacer una salvedad, yo tengo problemas de audición, en este momento escucho un silencio atento y estoy encantado porque entiendo todo. El prólogo que leía María por suerte lo sabía casi de memoria entonces me fui orientando porque lo he trabajado bastante. Lo que dijo Raymondi me sorprendió y sobre todo me sorprendió una cosa, Raymondi, que dijiste poeta respecto de mí y yo sentí que acá éramos cuatro psicoanalistas y que había dos poetas que son: Navarro y Alemán indudablemente, entonces no sé por qué dijiste lo de poeta de mí. Me vino una frase que en algún lado escribí, que es: “no me fue dado el poema, es un don que a mí no me tocó, pero poéticamente he vivido. Entonces en ese sentido hago una pequeña aclaración y te agradezco

Raymondi: estaba implícito en lo que dije.

Larriera: ¿estaba implícito? Entonces te agradezco porque es como una condecoración.

La BOLM, la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Madrid es un ámbito que siempre se prestó a encuentros de psicoanálisis con la poesía, además de otras disciplinas, contacto con otros saberes. La poesía es otra cosa, un encuentro en otra categoría, es lo que quiero decir. Encuentro del psicoanálisis con la poesía, celebraciones de una vecindad diríamos con Jorge Alemán hace 30 años cuando trabajábamos ciertos temas desde la filosofía y el psicoanálisis. Una vecindad, psicoanálisis y poesía, dos lenguajes dos maneras distintas de escuchar los sonidos de la lengua. Escuchar los sonidos, pero haciendo oídos sordos al significado habitual de las palabras, un obstáculo que hay que remover, tanto por el poeta como por el analista, tienen que remover ese significado. Allí donde menos se espera, lo saben ambos, tanto el poeta como el analista, allí donde menos se espera en el habla cotidiana, hay ocasiones en que lo poético o lo inconsciente, irrumpen en el habla. Extrañas formaciones, tanto de la poesía como del inconsciente no son propiedad de nadie, hablan en la lengua pero implican que se las escuche, están ahí como si fuese el lenguaje, prestos a tomar la palabra. Y aquí anoté unos versos de María Navarro de un libro especialmente entrañable para mí que es Reading interior, es un trabajo sobre su consultorio de psicoanalista y lo que le va inspirando la clínica psicoanalítica, pero desde una perspectiva poética. Es una poetización magnífica de lo que es el acto analítico, la escucha y el padecimiento humano, el sufrimiento humano que va desfilando en todas las páginas. Fíjense el poema número 1 donde nos sitúa en lo que es un Reding interior su consultorio, el lugar donde sucede todo lo que va a poetizar, en ese poema numero 1 Fíjense como termina. Para escuchar, ella está sentada, en su sillón que le resulta entrañable, le despierta ternura, léanselo al poema de paso, y ahí al final sentada en ese sillón “para escuchar y puntualmente decir algo, algo que jamás es de este mundo”. Eso me parece. La más acertada definición de la escucha,  aplicable a los dos tipos de escucha a los que me estoy refiriendo, tanto la psicoanalítica como la poética, lo interesante en María es que ella está trabajando material psicoanalítico, está interviniendo psicoanalíticamente pero nos lo cuenta no con el código psicoanalítico o las referencias de ese campo y de esa disciplina, sino que  lo cuenta como poeta, y es impresionante, lo que es el sufrimiento humano poetizado de esa manera y lo que es la posición del analista y la descripción de su soledad.

Bien, esto respecto de Raymondi y María Navarro. Ahora paso al tercer caso, que es el caso de Jorge Alemán.

Los que cuentan las horas dicen que un año tiene 8760, los que multiplican dicen que cincuenta y cuatro años contienen infinidad de horas, 473.040.

Los observadores calculan que nos conocimos hace casi 20.000 días, y estiman en 25.000 las horas en que nos vieron conversando. Veinticinco mil horas diré, paraverseando a Jorge, de grandes recuerdos y pequeños aconteceres.

Hay un poema, no del libro que presentamos hoy, sino del libro No saber, que ya lleva unos años de haber hecho la presentación, yo hice el prólogo en esa ocasión, tan distante de la calidad poética del prólogo que escuchamos hoy, pero un prólogo honesta y modestamente planteado por un tipo que escribió… Pero no es poeta, fíjense que este poema de No saber describe con magistral precisión el pasado al que referíamos nuestro hacer de ese momento, hace unos 30 años o 40 años aquí en España.

“Pensadores del silencio

  poetas de lo imposible

  escritores sin tradición

                                                   meros ensayos tardíos

                          de aquel banquete de juventud

                        donde hombres y mujeres

                                       fueron partidos

                                   por el mismo rayo”

Esto es mi historia, paso ahora al libro que nos ocupa, dos palabras me marcan, son infierno y amor las que me han impresionado especialmente, porque humano y dolor, que está reflejado a lo largo de todo el libro y en la poesía de la prologuista también lo mismo, humano y dolor sería una tautología. Humano dolor, y dolor y humano es exactamente lo mismo, si no fuera por el amor, hay un punto de diferencia. Entonces hoy me preocupa esto del infierno, me preocupa… estuve desvelado varias noches con eso, no es hoy. Hoy es un permiso que les pido, si no fuera por el amor, amor e infierno.  Fíjense lo que dice este hombre del infierno, lo tomo en dos momentos:

¿No ves que

                       voy a un continente

                          donde nunca hay

una piel que lleve al mismísimo

                                              infierno

las iniciales del dios quebrado?

Pero fíjense lo que dice aquí del infierno, está arriba de Dante para mí, perdonen, eh:

Y mientras el diablo le daba la mano

él le dijo:

                    sé de su infierno

            pero en otra puerta

                                   hay otro

            que ni usted conoce.

Hay que haber caminado y vivido mucho para poder aseverar eso, ¿no es cierto? Faltarle el respeto de esa manera al diablo, mostrarle su ignorancia, que el diablo es no-todo, ni siquiera como diablo es todo, Jorge le manda ésta: “en la otra puerta hay algo que usted no conoce”.

Después los dioses aparecen ya más multiplicados, aunque también está la presencia del salvador, del crucificado, eso está flotando en algún momento del libro, pero aparecen dioses de todo calibre.

Bien, vuelvo a este libro No saber de hace años. Poema número 1:

 “No sabe es Uno que no sabe

pero lleva tal silencio en el espanto de la frente

que parece haber estado a solas con el Amor”.

Hoy tenemos un poemario que aborda esta palabra mayor interrogando todos los trayectos posibles o algunos de los trayectos posibles hasta el destino real de tal vocablo, ahí lo lleva y lo encuentro en este poema y que está presente en varios poemas, en el mismo prólogo María ha recogido algunas fórmulas hermosas:

    “Ahí esa tenue luz

      ese hijo débil

      esa pasión comedida y distante

                         y casi sin nombrar

    vuelve al amor

lo que se guarda en el alma como un descanso”.

Me parece esta una definición poética y universal del amor, maravillosa. Bueno y ahora vuelvo a cuando nos conocimos a  nuestro primer libro, Jorge, Lacan: Heidegger un decir menos tonto en 1989, él me había escrito un poema dedicado, un poema que estaba, caligrafiado por él, escrito por él, manuscrito y me lo entregó en una página como ésta, lo tengo, lo que pasa es que yo ya vivo en un desorden incorregible, no pude encontrar ni el poema de Jorge ni la colección completa de sus libros que la tengo toda, desde Invasiones y Leyendas, Sobre hospicios y expertos navegantes, pero en mi caos no encuentro nada a tiempo, del mismo modo este poema que hoy quería traer especialmente, quizás Jorge lo recuerde hasta de memoria probablemente, este poema no lo puedo encontrar, sé que está, en 5 o 6 metros cúbicos está todo de alguna manera sólo hay que encontrarlo… entonces empezaba diciendo:

“Juntas son manos que escriben…”

Es un poema para mí entrañable y desde entonces me acompaña ese recuerdo, ¿no? “Juntas son manos que escriben…” porque la tapa de nuestro libro eran dos manos que escribían, debajo del título del libro, entonces acá no puedo menos que hablar de los escritos perdidos de Jorge Alemán, porque este escrito mío no está perdido, pero está sustraído, está de alguna manera en un depósito inextricable de mi caos.

Los escritos perdidos de Jorge Alemán, cuadernos, libretas, hojas sueltas, olvidados en taxis, en bares, en oscuras callejuelas, en los meandros y laberintos de su propia caligrafía, ilegibles para el propio escritor, he asociado esto porque María Navarro dice una cosa hermosa: “Jorge Alemán es un poeta generoso, nos presta su carne de calígrafo, su indagación de lo oscuro para apresar lo que queda del verbo”. Esta palabra calígrafo, esto es hermoso para explicarnos lo que sucede en este libro de hoy. Porque esta palabra calígrafo me remitió a su caligrafía, algo sobre lo que él mismo en la presentación de un libro mío hizo mención, de lo ilegibles que se vuelven para él a pocas horas de escritas muchas de sus páginas, que son realmente ilegibles, que son indescifrables. Si hubiera una voluntad superior que quisiera acometer eso, no hay manera de descifrarlo porque está codificado, es imposible porque está peor que los jeroglíficos egipcios antes de Champollion, es imposible descifrarlos.

Bien, “juntas son manos que escriben”, como verdaderos amigos yo creo que esto puede que se repita, uno se repite a esta edad, pero repite cosas importantes, voy a decir algo importante:

Como verdaderos amigos, en el pliegue más recóndito de esa conversación que somos, siempre nos hemos tratado de Usted.

Unos dirán “Misterio insondable”, otros “costumbre heredada”.

Nosotros, que hemos hecho del nombre de nuestros padres el Nombre del Padre, usted que le escribió aquel libro enorme del Río incurable, yo que lo inventé de diez formas hasta saber que todas confluían en él, nosotros, digo, tal vez intuyamos algo.

Usted, desde “su carne de calígrafo”, su indagación de lo oscuro me llama desde el origen del coloquio la atención sobre la carne que me sostiene, insistiendo cada década, implacable, en su mutación de sentido:

        “Ahora mira,

          mira por última vez lo que han hecho

          con tu cuerpo”.

Sergio Larriera

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