Primer encuentro: Autoritarismo. Undiscurso que excluye la dominación. La autoridad degradada retorna como nuevos autoritarismos

Rodrigo Bilbao

Miembro de la ELP y AMP

Padre patriarcal / Padre parental

El tema del congreso sobre el cual comenzamos a conversar esta noche, plantea un eje que va de la clínica hacia la crítica del patriarcado y viceversa. Desde un lado supondríamos una clínica en esas coordenadas, una clínica que se desprende de lo que sería la causa del malestar contemporáneo: el patriarcado (a secas), como lo señala Poblome (6) en el argumento de este congreso. Pero esta crítica es la queja sobre “el poder del padre soberano”, que no se tolera más, “el patriarcado hace resonar una crítica al abuso de este padre que monopoliza el goce” (4).

Aunque entendemos que este padre no es más que un mito como lo construye Freud en Tótem y Tabú, el padre gozador y tiránico. Hoy el padre patriarcal levanta chispas desde un mito caído, que no sabemos si sería la declinación del mito paterno o el mito de su declinación lo que estamos atravesando ya tantos años, pues el padre patriarcal, el pater familia ideal varia en cada época. Como quiera que sea la cuestión, ese mito está en una constante caída desde los inicios del psicoanálisis, como lo marca Lacan tempranamente en Los complejos familiares, el cual no provoca más que las enfermedades del padre en la neurosis (letanías obsesivas, histéricas, fobias y una larga cadena de síntomas) o cuando el padre se cree el padre de manera impostada genera su forclusión (6).

Otra cosa quizás sea el padre parental[1], el de los cuidados parentales, aquella baliza del amor y el goce, qué quizás debiéramos distinguir del anterior. Sobre este punto Lacan fue muy fino al ir deconstruyendo, declinando poco a poco esa función, como lo muestra Laurent en su texto (3). El padre que impacta al hacer “lazo con un deseo” más que “imponer su goce” (2). Es acá donde se abre una pregunta para el psicoanálisis a partir de leer ese impacto en cada sujeto, “sosteniendo las contingencias de los encuentros con el goce” (3). Esta lectura desde el discurso psicoanalítico se hace a partir de una autoridad inédita que “excluye la dominación”, al mostrar que “el padre no puede encarnar la autoridad sino como un semblante” (1). Es una autoridad instituida “que solo dura mientras los hijos den su consentimiento” (4).

En algún punto podemos pensar que el padre patriarcal recubría al padre parental, y cuando el padre del patriarcado decae, surgen las nostalgias y retornos del padre pretérito perfecto qué podría poner orden en el caos, pero lo hace dando pie a los fundamentalismos, las verdades absolutas y los autoritarismos: las enfermedades de la añoranza del padre patriarcal. Si desconocemos esta superposición damos cabida a los nostálgicos del padre, y lo hacemos sin reconocer el dominio del lenguaje sobre el sujeto, verdadero autoritarismo de los significantes amo que dominan la vida del ser hablante silenciosamente, de modo imperativo y sin sentido (1).

Surgen algunas preguntas, ¿se puede poner límite al goce si ya no se cree en la función paterna como legítima? (5). También nos arriesgamos a totalitarismos subjetivos bajo la dominación del ideal por medio de la supuesta liberación del padre patriarcal, que vemos en algunos tipos de feminismos.

¿Las transformaciones sociales del lugar del padre patriarcal suponen un impacto directo sobre la subjetividad? De ser así, debiéramos antes distinguir la producción de subjetividad al modo de Foucault, de la emergencia del sujeto como lo plantea Lacan.

¿No se trataba en la clínica precisamente de declinar el mito totémico del padre, para encontrar la inscripción singular de esa función prometeica de la castración y el deseo?

¿La caída del padre patriarcal devela el derrumbe definitivo del padre parental cuando los creíamos diferentes? o ¿Era condición para su existencia, y estaban más atados de lo que pensábamos?

Si “el padre después del patriarcado se sitúa desde lo real, es decir, desde el goce” como señala Laurent (2), hoy nos acercamos a un padre que hay que buscar caso por caso, en “lo que hace suficientemente las veces de excepción” (3) sin imponer su goce ya que porte su propia castración, y que “marca el goce como viable” (3).

Quizás el psicoanálisis se trataría de ir más allá del patriarcado, sin la búsqueda nostálgica por la falta de una supuesta ley que en realidad era poder, ir más allá del fantasma neurótico del padre totémico, para encontrarnos con la singularidad del padre después del patriarcado, que “preserva la posibilidad del deseo y no pretende recubrir lo real” (3).

Referencias

Todas las referencias han sido extraídas de la web de preparación para Pipol 11, véase https://www.pipol11.eu/es/

  1. Cosenza, D. Autoritarismo.
  2. Laurent, E. El padre después del patriarcado.
  3. Laurent, E. El lugar irreductible del padre.
  4. Leguil, C. Una interpretación de la crítica del patriarcado.
  5. Leguil, C. Crítica del monopolio del goce legítimo.
  6. Poblome, G. Argumento Pipol 11.

Rodrigo Bilbao.


[1] Utilizo este término para distinguirlo del padre patriarcal, acercándome al concepto de parentalidad que opera como significante, pues alude al lugar de cuidados del pariente -de donde toma su raíz la palabra- y nada tiene que ver con la madre o el padre, a menos que ocupen esa función. En este sentido, es erróneo desde un lenguaje inclusivo hablar de cuidados “marentales”, como un intento de compensación.

Día del 1er Encuentro, de izquierda a derecha: Rodrigo Bilbao, Ivana Maffrand y Julia Gutierrez

Mila Ruiz

Socia de la ELP de Madrid

ECOS de las Noches de Escuela: Autoritarismos 

El pasado martes 21 de Marzo comenzamos en la Escuela los precalentamientos hacia el congreso PIPOL 11 que celebraremos los próximos dos primeros días de Julio. Intervinieron Rodrigo Bilbao y Julia Gutiérrez y coordinaron Miriam Chorne e Ivanna Maffrand. Recojo en este breve escrito algunos de los ecos que se escucharon esa noche.

Esta primera vez gran parte de la conversación fue en torno a un cierto malestar que provocaba en algunos el propio tema-título del congreso, “Clínica y Crítica del Patriarcado” ¿Desde dónde hablamos?, ¿Por qué el psicoanálisis tendría que “ocuparse” del patriarcado? ¿Cómo nos autorizamos nosotros, desde el psicoanálisis, a hablar del patriarcado? ¿Desde dónde se piensa que nosotros, los psicoanalistas vamos a “iluminar” este tema? ¿Es la denuncia de la denuncia un apoyo al patriarcado?

Hay un peligro de hacer un sociopsicoanálisis. Sin embargo, no es lo mismo cómo se habla en los debates sociales que cómo lo hablamos en el psicoanálisis, donde tenemos en cuenta el inconsciente, por lo que ya nos diferenciamos de todos los demás discursos. También es de tener en cuenta que el psicoanálisis no es un discurso que habla desde el lugar de tener todas las respuestas, cuando en realidad estamos siempre buscando y preguntándonos.

También para otros no había problema ninguno con el título, sino que explicaban que para ellos se trata más bien, como otras veces, de tomar un tema de actualidad y discurrir sobre cómo lo ve el psicoanálisis. Que no tiene por qué ser una toma de postura sobre el patriarcado, sino más bien consistiría en hacer conocer más allá del psicoanálisis el tema del patriarcado y el goce.

Inevitablemente, quizá, se terminó hablando del padre, la figura del padre, el declive del padre, mito, función, semblante del padre y la relación con el goce como limitador de Goce. ¿Hay una relación causal entre el declive y crítica del patriarcado con el retorno del autoritarismo? ¿Hay relación entre el declive del padre y el retorno de los fundamentalismos?

Sí, como citaron que decía Doménico Cosenza, “la raíz del autoritarismo no es el padre, es el lenguaje”, entonces ¿Qué ha cambiado?  No quedan esfuerzos en un mundo donde todo es disponible con la amenaza del colapso en el horizonte. En la lejanía no hay progreso, esto supone una desfundamentación del mundo, y a su vez puede ser un despunte del autoritarismo.

¿Estamos ante la crítica del abuso de un padre que monopoliza el goce, la declinación del padre, o el mito de su declinación? Si bien, ¡no es lo mismo decir que los fenómenos de autoritarismo vienen del declive del patriarcado que del declive del padre!

Se habló del Padre parental. Este significante alude a los cuidados del pariente, no es cuidado del padre, ni de la madre, sino del pariente. Quizá pueda darse una autoridad inédita que excluye la dominación, y que solo dura mientras los hijos den su consentimiento. Este padre parental preserva la singularidad del deseo y no pretende recubrir lo real. Sabemos que un padre tiene derecho al amor y al respeto cuando hace de la mujer causa de su deseo y se ocupa de los hijos. Si el deseo se obtura no puede limitar el goce.

Y por último, se escuchó citar a Eric Laurent y su texto “Un nuevo amor por el padre”, donde nos dice que toda comunidad humana comparte un límite al goce, siendo a la vez autorización y barrera. Todos tenemos que inventarnos el padre que nos reconoce o nos rechaza.

Mila Ruiz

Día del 2º Encuentro, de izquierda a derecha: Celeste Stecco, Miriam Chorne y Jose Alberto Raymondi

Segundo encuentro: prescindir del Padre, servirse de él. Desde el mito a los nombres -del Padre-: el Sinthome.

Jose Alberto Raymondi

Miembro de la ELP y AMP

Los no incautos yerran: ¿Clínica y crítica de los nombres del padre?

Iniciaré esta breve intervención con una cita que leí en un fantástico libro en aquellos años cuando la pandemia nos confinó en nuestras casas por un largo tiempo… Ese libro, que les recomiendo para este asunto de la crítica al Patriarcado, se titula Leer con niños. Su autor, un padre, parece entender y sostener que la función “paterna”, no es otra que la de “leer para los hijos” o podríamos decir con Lacan, la de nombrar la ex-sistencia… para anudar la (des)nuda vida. Leo:

“Desconfío de los solteros. No pueden querer a los niños. No pueden querer la revolución. Ése es el mal de nuestro siglo y de nuestro mundo: está lleno de eslabones sueltos, de especies agotadas en su propia trivialidad, de hombres sin hijos que han perdido el respeto por las cosas, necesitadas de un futuro en el que sigan siendo lo que son. Hay que ser padre para respetar una cuchara. Los hombres sin hijos pueden querer el Bien, pero no pueden querer un mundo, aunque sea uno malo en el que los niños sonríen en la basura”. Ciro Gonosti, citado por Alba Rico en su libro: Leer con niños(1).

Me propongo exponer algunos puntos con relación a lo que puede estar en juego en el nuevo marco cultural, político y social que conlleva la necesaria crítica al patriarcado y lo que la clínica psicoanalítica podría decir a partir de él.

Lo primero, aunque por obvio no menos importante de decir, es que no tiene sentido reducir la cuestión del patriarcado a lo relativo al Padre. Lacan en su clase del 17 de enero de 1962 (2), aclara que ante la afirmación de que “todo padre es dios”, “ningún padre lo es”. Lo que lleva a la conclusión: “todo padre no es, ni existe”. Y de esta última afirmación surge la posible convergencia entre el psicoanálisis y la crítica al patriarcado como un sistema de “hombres solteros”, tal como lo enuncia Alba Rico. Y de los estragos que esto ha producido y produce en nuestras sociedades. Este estado de las cosas fue lo que condujo a Freud, ya en el horizonte de su época, a la pregunta por el padre.

¿Qué es un padre? Esa pregunta no ha perdido vigencia, y menos aún hoy en las coordenadas actuales de nuestra civilización. Mientras existan niños, niñas, hijos e hijas, descendencia al fin y al cabo, la interrogación acerca de qué es un Padre, una Madre, no dejará de insistir. Y por ello, insisto, la cuestión del patriarcado, su crítica, lo que acentúa es la urgencia ante la pregunta ineludible de: Cómo vivir juntos. Agregaría, sin destruirnos, sin el fin del mundo. Pregunta que desde el psicoanálisis se entiende desde el axioma: dado que no hay relación, cómo es que se puede vivir juntos. ¿De qué relación se trata? ¿qué se puede transmitir? Y lo que se transmite o responde ante esta pregunta es: el deseo.

Se trata de la cuestión del deseo. ¿Qué permite, qué hace, que el deseo subsista en la existencia de los seres hablantes? Y que por su presencia, su articulación, no todo quede fagocitado por la inercia de un goce ilimitado, en las palabras de Freud, por la pulsión de muerte. Y allí retorna, insiste, la cuestión del padre. Desde eso que se nombra como padre, el deseo se articula y queda articulado en la estructura subjetiva de los seres hablantes.

La clínica psicoanalítica toma la palabra, desde este horizonte, en ese diálogo interminable respecto al malestar en la cultura. En concreto, la cultura hipermoderna o posmoderna, donde la noción del límite entró en el circuito de la obsolescencia de la mercancía. Sin embargo, ese “no” que parece representar el Padre, ha muerto. Nietzsche como padre de la nominación otorgó un nombre a lo que hacía agujero en la época moderna: Dios ha muerto. Y es esa función ineludible de la nominación, inherente a los seres hablantes, lo que da lugar al límite, la falta; al agujero de lo imposible que introdujo el significante en lo real. ¿Qué queda del Padre, luego de su “ocaso” y en su “evaporación”? Ocaso y evaporación fueron las expresiones que usó Lacan en dos momentos diferentes de su enseñanza, la primera en los 40, finales, y la segunda luego del 68, para referirse a la evidencia del padre caído. De ese padre que no es, pero que inevitable existe, en tanto voz que nombra y nomina para elevar la Cosa a la dignidad del símbolo, aunque para ello la cosa haya desaparecido: lo forcluido por estructura del lenguaje.

No podemos olvidar que para Freud y, en consecuencia, para Lacan, la clínica del padre se ha ordenado desde esa previa afirmación de carácter universal: Dios-padre. Una primera ordenación que invoca como todo axioma de carácter universal, una petición de principio. Qué hacer ante esta nueva petición de principio que aún no rige ni ordena el mundo: “todo padre no es, ni existe”. Decir: sí. Efectivamente no hay Otro del Otro, no hay un padre todo, sin embargo, existe la excepción que da lugar al universal y en esta primera descompletitud del todo se abre camino la herejía del no-todo. Herejía, en tanto rompe con el imaginario lógico del principio de no contradicción. Hay lo no-todo, hay del Uno que esta atravesado por la incompletud y la inconsistencia. Y en esa lógica clínica que Lacan inaugura se dispone también de la posibilidad fáctica para una clínica que tome “los- nombres-del-padre” en su eficacia real. Un plural que aunque sólo se verifica uno por uno da cuenta de que detrás de ese padre imposible, sólo hay las ficciones que responden a esa pérdida de goce originaria por efecto del significante.

Sólo desde la existencia singular se puede testimoniar eso que se denomina función nombrante. Función paterna. El deseo se nombra y la cosa se recobra en otro nivel. Es necesario perder para obtener algo a otro nivel que no borra la perdida, el agujero. Esa es la condición del deseo, su ley. No obstante, la pregunta incómoda late en el marco de la crítica al patriarcado, aquella que no elude la censura implícita de lo políticamente correcto, es, precisamente, la pregunta por ¿Qué cuerpo encarna esa función, cuál es su genero, su raza, sus privilegios…?

Los cuerpos importan, en tanto cuerpos hablantes. Y esa es la verificación que la clínica puede corroborar vez por vez. Si hay inconsciente, hay misterio del cuerpo que habla y sólo desde esa condición puede “Un padre” hacerse presente. No es sin consecuencias que se nombre ese cuerpo bajo el significante “hombre” o “mujer”, o se proponga “neutro”, o en tránsito o sin destino binario. El cuerpo importa en la medida que no se puede retroceder ante los semblantes, la palabra, la nominación; ese real queda bajo la suplencia de lo nombrado. Y sólo la clínica del uno por uno verifica lo logrado o fallido de ese anudamiento de lo real del sexo. Nada que pueda universalizarse pero si contarse, en tanto que cuenta y da cuenta de lo que existe, de lo que hay. Nuestro decir se trata sólo de un medio-decir, y desde esa posición el verdadero desafío es tomar la palabra sin obturar ese no-saber del sexo, de lo que es un padre. J-A. Miller retoma esta perspectiva del medio-decir así : “padre es aquél que no dice todo. Preserva la posibilidad del deseo y no pretende recubrir lo real” (3). Hay que traer una y otra vez la referencia que Lacan hace en el seminario 22 en lo que concierne a eso que se nombra como función paterna o padre. Porque ¿Qué otra nominación puede tener aquello que sostiene el cuidado de un otro, de un tercero que irrumpe en la escena del dos para dar lugar a un nuevo amor? En el cuidado, en la crianza de esa nueva criatura que adviene al mundo ¿Quién toma el lugar de un otro que encarna el Otro? ¿No es eso lo real de la estructura más allá de su diacronía edípica? Se requiere de un -otro- que se interponga ante el todo Otro para que la vida sea posible ¿No es eso lo que Lacan llamó “el milagro de amor”, cuando se refería al Banquete de Platón para traernos a la escena lo que implica el juego del erastes (amante) y el erómenos (amado)? Tomemonos un minuto para leer el mito poético que nos ofrece Lacan. “Esa mano que se tiene hacia el fruto, hacia la rosa, hacia el leño que de pronto se enciende, su gesto de alcanzar, de atraer, de atizar, es estrechamente solidario de la maduración del fruto, de la belleza de la flor, de la llamarada del leño. Pero cuando en ese movimiento de alcanzar, de atraer, de atizar, la mano ha ido ya hacia el objeto lo bastante lejos, si del fruto, de la flor, del leño, surge entonces una mano que se acerca al encuentro de esa mano que la tuya y que, en este momento, es tu mano que queda fijada en la plenitud del fruto, abierta de la flor, en la explosión de una mano que se enciende -entonces, lo que ahí se produce es -el milagro- del amor” (4). Y eso es lo que se esconde en el amor, el deseo. Ese era el secreto de Platón-Sócrates que de lo único que sabía era de las cosas del amor. En ese amor ¿Qué hace de padre y qué de madre o quién? ¿Qué otro en ese Otro es cada cuál en tanto función lógica para causar el deseo? Sabemos con Lacan que la lógica es lo real de la estructura, es el logos en su permutación de lugares en los discursos, posible por la inscripción del cero. El Uno es hijo de la Nada. Parece haber entonces siempre algo que hace de madre o de padre, aún en el misterio de esas palabras (especialmente en la de padre) y de su función. No olvidemos esta otra cita de Lacan a la que hice referencia antes de leer el mito poético para dar cuenta de lo que se produce en la escena del amor. Esta referencia es del seminario 22: “un padre no tiene derecho al respeto, sino al amor, más que si el dicho respeto, el dicho amor, está perè-verse ment orientado, es decir hace de una mujer objeto a que causa su deseo” (5). Esta cita, tan posiblemente equivoca y controversial según que crítica del patriarcado la lea, hace referencia precisamente a lo que esconde el amor; a que no hay un otro, un existente, un cuerpo hablado-hablante, que puede ejercer una función de Otro, de extranjería, de alteridad si no esta atravesado por la falta; sin eso que no se tiene no se ama realmente. Ese don de lo que no se tiene, ni se es, encarna la x de la función. De lo que se trata nuevamente es de eso que con no menos poesía nos recordaba Alba Rico al referirse a la soltería, como la condición de aquel que no ha hecho de un otro algo que lo cause, dejándole sujeto a esa ley del deseo.

Volvamos a en qué consiste entonces el mito del padre y de qué hablamos cuando decimos los nombres del padre. Lacan en su intervención para Televisión, menciona: “El mito es esto: el intento de dar forma épica a lo que opera a partir de la estructura. El impasse sexual secreta las ficciones que racionalizan el imposible del que proviene” (6). Queda claro que Lacan ubica dos registros en juego cuando se trata de dilucidar la cuestión del padre, un registro es el que se produce a nivel imaginario y simbólico. Allí el mito es la respuesta ante lo real del impasse sexual. El otro registro es lo real por fuera de lo simbólico e imaginario que se introduce, se escribe en términos de ficción, aquello que hace posible un mundo, aunque cada uno este en el suyo. El mito recubre lo real de la castración. Un padre es aquello que responde a lo imposible. De ahí que unos años antes en su seminario 17 Lacan plantease que “ la castración es la operación real introducida por la incidencia del significante, sea el que sea, en la relación al sexo. Y es obvio que determina al padre como ese real imposible” (7). Y como consecuencia de este real de estructura se producen mitos de esa pérdida que introduce el significante. El padre imaginario no puede sino concebirse desde ese registro de la ficción privadora.

Lo que nos anima a este necesario recorrido por la obra de Lacan, acerca del pasaje del mito del padre a sus nombres en plural, es la posibilidad de ubicar lo que se constituye en esa función como aquello que da origen a la vida en cuanto condición deseante; y lo que a su vez desestabiliza la existencia en tanto está tejida, sin garantía, de un anudamiento, siempre por hacerse, por inventarse. Las dimensiones de lo imaginario, simbólico y real requieren de algo que las sujete. ¿Qué es eso que puede dar esa sujeción? El Nombre que nomina tres formas de bordear el agujero nuclear de la existencia. De allí que en su seminario RSI Lacan platee: “No es sin motivo que yo no hablé del Nombre del padre… Y bien los Nombres del padre es eso: lo simbólico, lo imaginario y lo real…los nombres primeros en tanto que nombran algo” y agrega en la clase del 13/5/75: “esas tres nominaciones, nominación de lo imaginario como inhibición, nominación de lo real como angustia, nominación de lo simbólico como síntoma, es entre estos tres términos que intentaré el año próximo interrogarme sobre lo que conviene dar como sustancia al Nombre del Padre” (8). Y no será hasta el seminario sobre el Sinthome donde logre cernir algo de ese “sustancia” que conviene dar al estatuto de aquello que anudará de la buena manera las inconsistencias de los tres registros. Esa sustancia insustancial no es otra que la de darse un nombre, un cuarto elemento que pueda ofrecer un modo de gozar que no este al servicio de lo peor.

En esas coordenadas ¿De qué padre prescindir para ofrecernos algo que nos sirva, que nos sujete y sostenga en ese dolor ineludible del vivir, y además con otros? Dostoyevski, un autor que del padre no cesó de escribir, en sus Memorias del subsuelo nos dice, y con esto finalizo:

¡Déjenos solos y sin libros, (agrego: sin función paterna) y al momento nos extraviaremos, nos perderemos, no sabremos qué hacer, ni a dónde dirigirnos; qué amar y qué odiar, qué respetar y qué despreciar. Nos pesa ser hombres, hombres auténticos, de carne y hueso. Nos avergonzamos de ello, lo tomamos por algo deshonroso y nos esforzamos en convertirnos en una nueva especie de seres omnihumanos. Hemos nacido muertos y hace tiempo que ya no procedemos de padres vivos, cosa que nos agrada cada vez más. Le estamos cogiendo gusto. Pronto inventaremos la manera de nacer de las ideas. Pero por ahora basta; no quiero escribir más “desde el subsuelo”…

Referencias

1. Rico, A.  Leer con niños. Penguin Random House Grupo Editorial España, 2015.

2  Lacan J. Seminario 9: La identificación, (1961) clase del 17 de enero de 1962 inédito.

3. Miller, J-A,. Seminario El uno solo, 6 de abril de 2011, inédito.

4. Lacan J., El Seminario, libro 8, La transferencia, Paidós, Buenos Aires, 1987, p. 65.

5. Lacan J., Seminario 22: RSI (1974-1975) clase 21/1/1975. inédito.

6. Lacan J., Otros escritos , Televisión (p.558).

7. Lacan J.,  Seminario 17: El reverso del psicoanálisis (1969-1970).

8. Lacan J., Seminario 22: RSI (1974-1975) clase 11/3/75. inédito.

9. Dostoyevski, F.,  Memorias del subsuelo. Letras Universales – 26 septiembre 2006.

Celeste Stecco

Miembro de la ELP y AMP

Imposiciones.

Orden patriarcal (imposición de El Padre)

Freud forjó el mito del padre todopoderoso, asesinado y luego venerado por sus hijos, y ubicó ahí el origen de la religión, matriz de un modo de organización social en la cual el orden es impuesto por el padre de familia quien, erigiéndose como Otro todopoderoso, dicta la ley. De esta manera, el padre (y la figura del varón en general) busca hacer de las mujeres, pero también de los hijos, objetos de opresión, de dominación, de apropiación, no sin violencia.

El patriarca busca imprimir una ley en los cuerpos de sus “subordinados” por medio de la cual normativizarlos de acuerdo al orden establecido. Ejerce su poder de “pater familias” ahí donde la impotencia lo embarga: la otredad absoluta que las mujeres encarnan y la sospecha que genera la falta de garantía con respecto a ser el engendrador de esos hijos, llevan al patriarca a imponerse como aquel que tiene el poder sobre éstos. Su impotencia es velada tras la trama forjada por costumbres, normas, prejuicios y leyes con la cual suplir el saber que no hay para los seres hablantes acerca de cómo hacer con el cuerpo vivo, sexuado y mortal.

El esclarecimiento lacaniano de que es la impotencia lo que se oculta detrás del ejercicio de un poder, reveló que la tumba del padre todopoderoso estaba vacía y que la coerción se sostenía en significantes, a los que cada uno se somete obedeciendo a razones.

Lacan esclareció que lo patriarcal era “una imagen” y el padre “un nombre entre otros” contribuyendo de este modo al declive del patriarcado, lo que no fue sin la revancha de quienes no quisieron saber nada de esto.

Orden significante (imposición significante)

Que Lacan haya mostrado que el padre no es un equivalente al Otro absoluto sino un nombre entre otros no significa que los “ascendientes” del parlêtre no importen.En los años 80 Lacan plantea que el parlêtre se reparte en dos hablantes, dos que no se entienden, dos que se conjuran para la reproducción de un malentendido que será vehiculizado en su cuerpo. El parloteo de los ascendientes conforma lalengua que invade al cachorro humano al nacer, aunque se encuentre en ella desde antes.

Para el ser humano, nacer implica ser arrojado a un mundo de lenguaje que sin orden y sin ley impactará en su cuerpo. Lo real del lenguaje, su pura materia, suena en el cuerpo y lo afecta de un goce enigmático, agujereándolo y exiliándolo del reino natural.

No ser arrollado por el tsunami de lalengua no va de suyo. Hay la insondable decisión de establecer cierto orden a ese caos a partir de un significante privilegiado que le vendrá del Otro quien, vía el nombre propio que le otorga, lo llama a hablar. El ser hablante no es sin el otro que le ha hablado desde antes de nacer, y – como plantea Lacan en la Conferencia de Ginebra – estará hecho de “la maneraque tuvo de estar impregnado por el lenguaje… la manera en que le fue instilado un modo de hablar, lo que no puede sino llevar la marca del modo bajo el cual lo aceptaron los padres”.

Si bien el psicoanálisis participó de la declinación del orden patriarcal, mostró también que el ser hablante no es sin el otro que le habla. Un otro que vehiculiza lalengua que invade al parlêtre a la vez que porta significantes, entre los cuales habrá uno que misteriosamente se le impondrá a partir del cual establecerá su orden al caos al que advino. Elucubrar sobre lalengua a partir del significante va trazando la vía por la cual el parlêtre trata el goce que afectó su cuerpo, a la vez que construye su “respuesta” a la “opacidad sexual”.

Si bien no es la coerción del Otro todopoderoso lo que ordena este goce, el parlêtre se construye un Otro al cual vincularlo, y de esta manera medio-ordena el goce a partir de significantes enunciados. Es el lenguaje vehiculizado por el otro el que ejerce su poder y se impone dando un sentido al goce, capturándolo en el síntoma y vinculándolo al Otro en el fantasma. Lo real del goce, que sin ley afectó al cuerpo, encuentra de este modo “freno” en lo simbólico y lo imaginario encontrando un “arreglo” con el semblante, arreglo que Lacan llamó “castración”.

La invención que se impone

La respuesta que cada uno da a la opacidad sexual, la trama que cada uno teje alrededor del “cogollo” de lo real – con lo que le vino del Otro y con “las casualidades que lo empujaron”-, constituye el “embrollo” que, si bien le sirve al sujeto para mantenerse a flote también lo angustia, en tanto, el parlêtre hace de esta trama su destino. A su vez, experimenta la falta en el Otro en tanto no encuentra allí el significante que nombre ese goce alrededor del cual tejió la trama de su historia y que  no se dejó reducir por la ley que se forjó.

El sujeto llega al análisis y supondrá ese saber en el analista, comenzando a tratar el embrollo que finalmente podrá mostrarse como un embuste. Para el sujeto podrá “revelarse” que no es que al Otro le falte el significante que nombraría su goce sino que este Otro no existe. 

En un análisis, el parlêtre podrá saber del orden que estableció, descubrir su ley y el Otro que hizo existir. De este modo, el goce en juego podrá revelarse como lo que es: un real sin orden ni ley, que ahora, desvinculado del Otro podrá ser identificado como propio. De esta manera, si bien llegado a ese punto el parlêtre puede prescindir de ese orden, de esa ley y de aquel Otro que utilizó, su nuevo arreglo con el goce no será sin eso. Lacan, en el Seminario 23 dice: “un cuarto nudo – el sinthome- siempre se apoyará en tres soportes que llamaremos subjetivos, es decir, personales”.

Utilizar esos soportes permitió al parlêtre no ser arrollado por el tsunami de lalengua ni por el goce, le permitió tener un cuerpo, hacer un síntoma y forjar un fantasma con el cual establecer un lazo con el mundo. Se puede desenredar el embrollo, pero aún así, como plantea Lacan, estamos en el nudo y al mismo tiempo en el embrollo.

Al parlêtre le hizo falta un nombre propio para hablar, un nombre del padre para frenar el goce (sintomática y fantasmáticamente), y ahora podrá inventar su nombre de goce permitiéndole que este “se vuelva posible”.

¿En qué consistiría esa invención? Desde lo que plantea Lacan en su Seminario 23 podemos decir que se trataría de una invención que se impone y se anuda al inconsciente, siendo esto “lo que hay de singular en cada individuo”.

¡Empodérate! (imposición de la época)

¿Podríamos decir que hemos pasado de un “yo tengo el poder” de El padre a un “empodérate”, imperativo de la época? ¿Cómo podemos pensar ese imperativo que tanto se escucha hoy? En nuestra consulta están quienes vienen sufrientes de haberse colocado como víctimas de El padre que, en tanto erigido en Otro absoluto, buscó tener el poder sobre su hija o hijo, vienen sujetos que padecen del poder que ciertas palabras tienen sobre él/ella. Pero hoy también recibimos a sujetos que vienen porque no consiguen tener ellas o ellos el poder sobre si mismos.

El capitalismo busca ejercer su poder sobre los cuerpos negando lo que el neurótico busca evitar: la castración. Impone así su ley, la que oculta tras el velo de la “democratización” del goce y del poder. ¿Podemos pensar que del régimen del patriarcado al neoliberal habría un desplazamiento del lugar del poder? ¿El poder absoluto de El padre se lo pondría ahora en el individuo exigiéndole el poder sobre sí mismo?

¿Qué implica el deber de “poder sobre si” sino es el rechazo radical del inconsciente? Pero no solo el individuo hoy tiene que poder sobre si, sino que “tiene que poder solo”. La categoría de lo “auto” se impone: Los bebés y los niños “deben ser autónomos” y prescindir del otro lo antes posible; el sexo debe “autodeterminarse”, se debe poder ser “madre sola”, se debe reforzar la “autoestima” y cuando la cosa no marcha, se debe recurrir a la “autoayuda”. En definitiva, hoy los sujetos deben poder bastarse a sí mismos.

¿Qué implica este empuje sino a negar el real de que los humanos somos la única especie que sin el otro no sobrevive? ¿Cuáles son las consecuencias del rechazo a la materialidad de la que el ser humano está hecho?

Hoy el poder no tiene el ropaje claro que llevaba El padre, cuestión que dificulta identificarlo facilitando su servidumbre. El sujeto busca adaptarse y cuando a pesar de ello, por ejemplo se enamora, busca ella/el misma diseñar las normas bajo las cuales transformar el lazo amoroso en un pacto. Hoy es habitual que el sujeto recurra a la ley jurídica mientras no quiere saber nada de la ley que se forjó.

A pesar del empuje de la época -aunque no sea sin consecuencias-, mientras los humanos estemos hechos de la materialidad de las palabras que hacen gozar el cuerpo, lo que se seguirá imponiendo con todo su poder será el síntoma, señalando el lugar del psicoanálisis, cada vez.

Bibliografía:

  • Lacan, J., Seminario 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009.
  • Lacan, J., Seminario 23. El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006.
  • Lacan, J., Seminario 27, ?????.
  • Lacan, J., Conferencia de Ginebra, Sobre el síntoma, 1975.
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