Transterradas. El exilio infantil y juvenil como lugar de memoria. Editorial: Tren en movimiento, 2019
Para mí es un honor presentar este libro que, como nos dice Carola, como en los buenos tejidos está hecho a tres hilos: el de Marisa González, el de Carolina Meloni y el de Carola Saiegh.
Lo había leído meses atrás y cuando Constanza me convocó a presentarlo se repitió para mí el efecto de convocación que me había producido en mi primera lectura. Volví a leerlo y al igual que la primera vez me sentí absolutamente convocada en los efectos que en el cuerpo me producen tantas de las palabras aquí escritas.
Mi lectura también está tejida por tres hilos: el de la política, el del psicoanálisis y el de la singularidad. Por eso para mí, este libro está atravesado por estas tres dimensiones:
1 TRANSTERRADAS es un libro político, es un libro sobre la memoria y el coraje.
Con el testimonio de cada una de ellas de su experiencia del exilio en la infancia (en el caso de Carolina y de Carola) y en la adolescencia (en el caso de Marisa), tejen una trama que se incluye en ese pachwork de relatos que permiten la escritura del capítulo más oscuro e infame de la historia Argentina.
Freud decía que la psicología individual es simultáneamente una psicología social, y al igual que un ser hablante tiene que poder hacer algo con eso traumático que, sin anunciarse irrumpió en su vida, para poder seguir con ella, un país también debe poder tratar su trauma si quiere seguir escribiendo una historia que no sea la constante repetición de lo que, por no ser nombrado con las consecuencias que el nombrar tiene, insiste en su repetición.
La memoria se convierte así en la vía de tratamiento para el trauma de un pueblo, y la memoria se construye con el relato singular que cada uno, que cada una puede hacer, a partir de las marcas imborrables que el trauma le dejó. Juntos hacen a la trama necesaria para la lucha y la defensa de la dignidad de un pueblo. Las singularidades se tejen en una trama colectiva que junto a la Justicia pueden restituir a la humanidad algo de la dignidad arrebatada.
Los mismos pueblos, al igual que los seres hablantes, reprimen, censuran, confían en el olvido por el horror al saber, pero sabemos que esto solo adormece al monstruo que engorda y engorda a la espera del momento para dar el zarpazo.
Si bien estamos hablando de la Argentina, de la serie: trauma – horror al saber – repetición, este libro nos sirve para pensar la actualidad de este país en el que estamos y habitamos.
Recordar, nombrar, escribir y transmitir es lo que hacen Carolina, Marisa y Carola. Quieren saber y quieren que se sepa, y desde el deseo, la ética y el coraje crean este material tan valioso.
El coraje es algo fundamental a la hora emprender el tratamiento de un trauma, el coraje hace falta para la vida desde que caemos en ella, el coraje de las mujeres fue y sigue siendo el motor que hizo y sigue haciendo posible en Argentina una política de la memoria. Nada se habría conseguido sin las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, sin madres y abuelas, que como Norma y Mattilde – en el relato de Carolina – , con el coraje que solo las mujeres sin miedo a perder pueden tener, buscaron, denunciaron, se enfrentaron a genocidas y torturadores, se organizaron, y consiguieron algo de justicia.
Desde el coraje recuerdan, escriben y transmiten el legado que este libro constituye poniendo palabras a la infamia de la historia. Como escribe Marisa: No se trata de elegir entre la memoria y el olvido. Entre la recreación y el pasar página. La disyuntiva está entre permitir que el pasado vuelva a su lugar o que sea una presencia no advertida en el presente”.
2 TRANSTERRADAS es un libro que se anuda al Psicoanálisis, que nos enseña a los psicoanalistas, como nos enseña cada persona que escuchamos.
Cada una de ellas nos enseñan acerca del trauma, del primero y de los que de alguna manera lo reeditan: Nos enseñan acerca de lo traumático del encuentro de los seres hablantes con el lenguaje, un encuentro en el que se decide si se lo habita o no (Carola alude a esto). Transterradas es un libro en el que se muestra, como lo hizo Freud, que la infancia y la adolescencia son momentos de la vida en los que el trabajo subjetivo es sin descanso. Habitar el lenguaje para poder habitar el mundo es la gran tarea de todo niño y niña.
Diferentes acontecimientos violentos y abruptos, sin aviso, para el que no contaban con las palabras que lo nombren, irrumpieron para cada una de ellas en esas edades tan tempranas haciendo que el ordenamiento simbólico, del lenguaje y del mundo que se habían conseguido construir cada una se pusiera patas arriba: Marisa con 11 años, se resguarda de un ataque militar a la salida de su clase de inglés, para luego subir a un barco y salir en busca de un resguardo en otra tierra al decidir sus padres escapar del terror. Carolina, con un año y medio, a la vuelta de pasar un fin de semana con su abuela Norma y su tío Hernán, le prohíben entrar a la cárcel en la que vivía con su madre, quien estaba en cautiverio por su militancia política, y sin poder despedirse las separan. Un mes después su tío Hernán es secuestrado y desaparecido. A Carola su mundo se le daba la vuelta cada dos por tres; vivir en la clandestinidad hacía que la deslocalización fuera constante a la vez que no se podía notar, que nadie podía saber… ni su nombre.
Nos enseñan algo que es fundamental en psicoanálisis: la respuesta que cada sujeto da al trauma que lo agujereó. Cada una de ellas toma una posición ante lo vivido y es ahí donde esta lo singular y lo determinante. No es el trauma en sí mismo lo que determina un destino sino la respuesta que el sujeto da, lo que hace con él, lo que marcará el devenir.
Nos enseñan de los restos que quedan y de las marcas que insisten, y de cómo a veces con eso se puede hacer algo que esté del lado de la vida: Marisa hoy vive temporadas en una Isla del Delta, territorio en constante desplazamiento, a la vez que para poder permanecer en un sitio debe haber podido ubicar antes la salida o un escondite; aCarolina aún la visita el miedo a no poder llegar y se ha servido de la fotografía para capturar y no sentir en algunas ocasiones que lo pierde todo; Carola, hasta hace muy poco, seguía cambiando cada poco tiempo la distribución de los muebles de su casa aunque esta seguía siendo la misma, a la vez que alimenta su interés por las plantas y las flores que crecen de manera clandestina.
3 Transterradas es un tejido conseguido por el entrelazado entre las tres historias, en las que lo común ponen de relieve lo singular de cada una.
Cada historia tiene sus divinos detalles que hacen a lo irrepetible, y nos invitan a detenernos en ellos: el lugar de la música para Marisa, la importancia de las imágenes para Carolina, lo vital de la escritura para Carola. Hay barcos, trenes, casas, olores que tranquilizan o dan miedo, sonidos y resonancias, muebles plegables, canciones de cuna, travesías, nombres propios, cuadernitos, una silla vacía…
Este libro nos enseña acerca de cómo en el destierro, sea forzado o no, se reeditan cuestiones que hacen a la existencia. Supone el encuentro con una lengua, que aunque familiar es siniestramente extraña, expone a la dimensión de la decisión, ya no insondable, acerca de qué hacer de la vida. Pone de relieve la experiencia de extrañeza cuando no se cuenta con el marco simbólico que orienta y la extimidad permanente que la condición de extranjero desvela. Muestra como habitar el lenguaje no es algo que va de suyo, sino que implica un acto, como el de habitar el nuevo espacio, como escribe Marisa: y así los desterrados nos convertimos en transterrados cuando somos capaces de construir con los restos del naufragio un lugar donde vivir… un lugar que no es como los otros lugares, no es ni será nunca el lugar dejado, ni ese que nos acoge.
Transterradas está atravesado por la cuestión de la decisión de cada sujeto, lo que hace que no se pueda hablar ni de exilio ni de destierro ni de inmigración sino es en plural; y que si se puede hacer comunidad es desde la diferencia, algo que tan claramente plantea Carolina, a la vez que en las tres encontramos un acuerdo acerca de que si hay algo que nos puede hacer soportar hasta lo insoportable sin caer, es la elección por la vida y el amor.
Para terminar, el único punto con el que disiento, y creo que hasta su autora podría disentir. Carolina nos habla de los monstruos de su infancia (y de la de tantos niños y niñas) monstruos que de revelaban como hombres comunes que asesinaban, torturaban, aterrorizaban, viajaban en Ford Falcon sin matrícula, y dice: Los monstruos se apoderaron de todo (137) y ahí es adonde disiento. No pudieron apoderarse de todo, por eso ellos van muriendo condenados y encerrados y ustedes están acá.