Susana Gopar
Socia de la sede de Madrid de la ELP
Coordinación de la Mesa
Buenos días, con la alegría inmensa de estar aquí en nuestra sede, “se me planta un lagrimón” como dice el tango. Es un placer acompañar el trabajo de esta mesa que abre una mañana de enseñanzas y debate.
Recuerdo uno de los primeros encuentros de la comisión de cárteles, que presidía Blanca Medina, agradecerte especialmente Blanca, porque sin ese empuje inicial de la comisión, para promover un trabajo de escuela, no se hubiera llegado a donde estamos hoy. Los que vinimos después, hemos recogido un testigo, esperamos estar a la altura y continuar ese buen hacer.
Sin más, voy a presentar a las dos ponentes: Blanca Medina psicoanalista, miembro de la ELP y de la AMP que abrirá esta primera mesa. Su trabajo titulado “Una experiencia del cártel” hace un recorrido histórico –casi cronológico- de la comisión, nos recuerda sus comienzos y los fundamentos del cártel. Nos deja dos aristas fundamentales para pensar, como son el papel del más 1, y el cártel como tratamiento de la inhibición y la inercia. Lo dejo por aquí, porque ella lo dirá mejor.
Seguiremos con el trabajo de Mila Ruiz, psicoanalista, artista plástica, socia de la sede de la Elp- Madrid, que lo ha titulado “El tiempo vivo” Mila hace un recorrido por el concepto tiempo en general, reflexiona sobre el tiempo cronológico, subjetivo, lineal, para contraponerlo al concepto de tiempo lógico que desarrolló Lacan, sin olvidar el tiempo acotado del cartel, y sus fundamentos, veremos cómo se articulan estas ideas.
Me han venido a la cabeza, las palabras de San Agustín: “Sin embargo yo sé lo que es el tiempo, pero lo sé sólo cuando no tengo que decirlo, cuando no me lo preguntan, lo sé, cuando me lo preguntan, no lo sé.” Te dejamos Mila con este tema tan complejo.
Blanca Medina
Miembro de la ELP y la AMP
Una experiencia del cartel
“Para la ejecución del trabajo (de la Escuela) adoptaremos el principio de una elaboración sostenida en un pequeño grupo. Cada uno de ellos- tenemos un nombre para designar a esos grupos- se compondrá de tres personas al menos, de cinco como mucho, cuatro es la medida justa. Más una encargada de la selección, de la discusión y del destino que hay que reservar al trabajo de cada cual. Después de un cierto tiempo de funcionamiento, a los elementos de un grupo se les propone que permuten en otro”
Lacan. Acta de fundación 1964 (Cabecera de la pestaña del cartel en la ELP)
Fui responsable del Espacio del cartel en Madrid durante 4 o 5 años. Fue de la mano de Carmen Cuñat y Graciela Sobral, presidenta y secretaria del consejo de la ELP respectivamente, en ese momento. Pusieron gran empeño en que se volviese a hablar del cartel. Había que hacerlo resonar de nuevo en la Escuela, sacudirlo del silencio que lo recubría en esos años. Agradezco que pensaran en mi para hacerlo. Fue una gran experiencia de la que aprendí y que me proporcionó una gran satisfacción. Tampoco yo había apenas trabajado el cartel y en cártel.
Sabemos que cuando ponemos el deseo a trabajar eso tiene consecuencias. No olvido una reunión en el NUCEP, que organizamos con la comisión, para trasmitir de qué se trataba esa experiencia, de donde había surgido y de la enorme importancia que tenía para la formación del psicoanalista y o de la formación en psicoanálisis. La respuesta de los participantes fue vivificante. Y para mi aquella responsabilidad fue enriquecedora. Había que darle lugar. Efectivamente se empezó a hablar y a trabajar en cartel.
El trabajo en cartel es una herramienta de formación del psicoanalista que va más allá del saber que se adquiere y trasmite. Atañe igualmente a la convivencia, al lazo entre colegas y contribuye al anudamiento con la Escuela. Es un lugar de compromiso con la Escuela, de trabajo de Escuela.
Actualmente el cartel ocupa en la AMP el lugar destacado que Lacan le dio en el momento de la constitución de su Escuela, como la estructura básica para el funcionamiento de ésta. Disponemos de una abundante bibliografía además de múltiples trabajos teóricos sobre el propio dispositivo, elaboraciones teóricas, productos de cartelizantes, celebramos jornadas y encuentros intercarteles, el dispositivo del Pase funciona con la misma lógica que el cartel. En definitiva, no es el mismo momento de nuestra Escuela.
Destacaría en tanto momento inaugural el texto de las primeras Jornadas del cartel de 1975 en las que el debate de Lacan con algunos colegas muestra cómo se llegó a elaborar y formalizar la propuesta de funcionamiento del cartel. Eran los orígenes.
En cuanto a mi interés por el cartel tomo solo alguna de las cuestiones que me parecen más singulares en la experiencia del trabajo en cartel, sin animo de desdeñar otras que tienen toda su importancia a la hora de hablar sobre el tema.
-Siempre ha centrado mi atención la cuestión del más-uno:
Para Lacan se trataba de conseguir que el funcionamiento en el cartel neutralizara los efectos imaginarios de rivalidad, inhibición a la hora de tomar la palabra, etc. efectos propios del funcionamiento en grupos. Frente a la completud imaginaria del grupo, que hace obstáculo a la transferencia al trabajo, propuso la necesaria función del más-uno encarnada en uno en menos, podemos decir – para disipar los efectos de liderazgo- ya que éste se añade a los cuatro que lo eligen para descompletar.
Del más-uno podemos decir: no es un amo, no es un analista, no es el maestro, no es el que sabe, no debe hacer obstáculo con su saber, en este sentido queda definido por lo que no es. A destacar por lo que sí es, es un “agente” provocador. Miller en su interesantísimo texto “Cinco variaciones sobre la elaboración provocada” elige: “la estructura que mejor responde a mi experiencia del cartel es la del discurso histérico” (que con sus preguntas agujerea las cabezas) Entiendo que Miller apunta al saber incompleto, nunca del todo sabido, que favorece la búsqueda y la elaboración y no tanto a una histerización del grupo que perjudicaría el trabajo.
Se trataría de que con su posición el más-uno evite ser solicitado como tal (amo, maestro, analista…) aunque de algún modo eso se da. En palabras de Toni Vicens, el más-uno es un modo de “curarse del ideal del supuesto saber”, tanto él como los que lo eligen. La responsabilidad del cartel no es del más-uno sino de cada uno de los que lo constituyen y lo hacen funcionar.
-Respecto al saber en el cartel, el anonimato de la “masa” queda diluido. Se trata de la puesta en juego de la responsabilidad de cada cartelizante frente al agujero en el saber que es lo que impulsa el trabajo. Creo que de lo que se trata es de que el no-saber de cada uno y el deseo de saber no hagan obstáculo a consentir a las preguntas que nos hacemos y nos representan, en nuestra singularidad, para así avanzar en la elaboración de saber de cada uno. El trabajo en cartel es un trabajo donde hay una implicación subjetiva, es el lugar donde hacerse cargo cada uno de su propia enunciación. ¿Podríamos decir que se trata de sintomatizar el trabajo? En este sentido podemos hablar de la clínica del cartel.
En definitiva, dos ideas: El más-uno como un tratamiento del ideal del supuesto saber y el trabajo en cartel como tratamiento de la inhibición, de la inercia a diluirse en el grupo en cursos, conferencias, etc. Y por encima de las dos, un modo de anudamiento a la Escuela. Es el cartel como efecto del anudamiento entre política, clínica y episteme.
En cuanto al tiempo cronológico de duración de un cartel, estoy a favor de la limitación temporal de dos años que permiten un desarrollo de la investigación y elaboración del rasgo de elección y evita la eternización, al tiempo que da lugar a la necesaria permutación. A pesar de haber participado en algún cartel exprés, no es esta la modalidad de mi elección.
Si me atengo al tema con que se ha nombrado esta primera mesa El tiempo del cartel, me gustaría dejar para el debate la cuestión de los tres tiempos lógicos, esbozando alguna aproximación:
-Instante de ver: Imaginario. Es la mirada atenta que captura lo que se precipita, en el sentido químico del término
-Tiempo de comprender: Simbólico. Digestión del anterior, algo se consolida, en un proceso de elaboración
-Momento de concluir: es el momento del acto. No hay más sentido a dar. Algo de una certeza se juega.
Mila Ruiz
Socia de la sede de Madrid de la ELP
“El Tiempo vivo”
“Hay tiempo para todo”, dicen.
O como decía mi abuela tan querida, “Ay niña, ¿qué prisa tienes?, ¡ya tendrás tiempo para todo!”
Bueno quizá ni una cosa ni la otra. Yo hoy (que me permito no saber qué diré mañana) prefiero decir: “Hay un tiempo para cada cosa, y para cada uno”.
Está claro que el tiempo siempre ha sido uno de mis grandes escollos, enigmas, tropiezos, por eso no dudé en hablar del tiempo y la experiencia en el cartel en esta ocasión, que incluso me lo ofrecían como punto sugerido a trabajar “Tiempo del cartel”.
Lacan nos habla de un tiempo lógico en psicoanálisis, tiempo ordenado que va desde un instante de ver, pasa por el tiempo de comprender y termina en un momento de concluir. Hay también un tiempo cronológico, el de los relojes, ese que si buscamos en el diccionario nos dice, primero que es masculino (ahí lo dejo) y lo define como: “Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo”. Ambos están más que presentes en mi experiencia del cartel.
Si bien las partes del tiempo lógico son de magnitudes indefinidas, pudiendo ser más o menos extensas en cada cartel, el cronológico con su “tic-tac, tic-tac, tic-tac …” infalible y mortífero de esa medida de unidad en el sistema internacional, que son los segundos siempre es, querámoslo o no, a la misma distancia. ¡Hay acuerdo y orden mundial en eso! Aunque, siempre, es verdad que luego tenemos que contar con la subjetivación y diferentes usos de ese tiempo imperturbable como, por ejemplo, lo hemos experimentado muchos, si no todos, aquí. La puntualidad no es lo nuestro.
Respecto a mi experiencia en los carteles os puedo contar que, para mi enorme sorpresa, aunque lacan habla del “instante” de ver que pareciera que es así, una cosa muy rápida. Un instante nos sugiere casi una milésima de segundo, en mi caso, el instante de ver que yo quería estar en uno de esos carteles que oía por ahí que existían, me llevó muchos años. Eso estaba, yo quería, pero la decisión llevó su largo tiempo, o quizá, es que es eso el instante de la decisión a lo que se refiere Lacan con el instante de ver. Lo comparo quizá al instante en que el que va a devenir analizante toma la decisión de consultar, por ejemplo, ¿cuántas veces hemos dado nuestro nombre o una tarjeta a alguien que parecía interesado en pedir consulta, y al cabo de años llaman diciendo que tienen tu nombre de aquella vez que te vieron u oyeron en no sé dónde, años atrás?
Así fue para mí con el cartel. Ahora bien, una vez tomada la decisión venía el tiempo de encontrar el cartel en el que quería trabajar. Tampoco eso fue fácil ni rápido, y no sé si eso forma parte ya del instante de ver o del tiempo de comprender. Yo creo que más del segundo, puesto que es el tiempo de comprender qué se quiere hacer y cómo, que va desde elegir cartel o formarlo, buscar y encontrar cartelizantes posibles e interesados en el tema propuesto, configurarlo, reunirlos, decidir rasgo de cada uno, inscribir el cartel, comenzar el trabajo, y, una vez en marcha lo que no deja de resultarme tremendamente chocante, conseguir fecha de reunión una y otra vez en la que los 4 +1 coincidamos en tener libre para juntarnos.
¿Qué ha pasado que antes con nuestro teléfono entonces solo fijo o, si era móvil, era solo para llamadas y con nuestras agendas tipo libretita, enseguida nos poníamos de acuerdo en las fechas y ahora es tan, tan difícil?
¿Cómo es posible, y qué gran contradicción es esta, que en nuestros tiempos donde contamos con todo tipo de inventos y avances tecnológicos para estar conectados TODO el tiempo, ¡aquí aparece otra vez el tiempo!, con los móviles y sus mil y una aplicaciones, con las reuniones ZOOM o Skype o lo que sea que nos conectan con (casi) todos los rincones del mundo, es cuando se hace dificilísimo y resulta un gran logro cada vez, que conseguimos concretar el siguiente encuentro? Es porque esos mismos adelantos nos envuelven en la ilusión terroríficamente neoliberal, del “todo es posible” y tantas facilidades nos hacen creer que podemos estar y acudir a todo. Nos apuntamos a un bombardeo y el resultado si no tenemos cuidado y asumimos que en cada elección hay pérdida segura, ¡¡¡y que no pasa nada!!! porque todo no puede ser, acaba siendo un corre que te corre donde precisamente el “momento de comprender” queda muy afectado por una aceleración que desordena y alborota mucho más que otra cosa y no nos permitimos un ritmo mucho más calmado donde favorecer y propiciar el llegar a comprender.
Mi relación con el tiempo a través de los carteles ha rebajado el peso mortificante del tiempo en cuanto real, como tiempo cronológico que afecta a un cuerpo con fecha de caducidad, que puede llevarte a ese “ya no merece la pena”, “¿a dónde voy yo, ya, “a mi edad?”. Como tan magníficamente, a mi gusto, dijo Borges “Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro. El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”.
Sin embargo, por el mismo deleite de estar y escuchar a mis colegas de cartel, la participación tan del lado de la vida y el deseo de compartir y participar, con tantas aportaciones de unos a otros, no me ha hecho sino vivenciar y querer preservar el cartel como ese lugar excepcional donde desde el primer momento, Saber, en cuanto a cúmulo de conocimientos y Verdad, la que cada uno va dilucidando, quedan dislocados, puestos en cuestión y resaltadamente diferenciados.
Es un tiempo vivo el de cada cartel, donde los avatares singulares que han desatado a cada cartelizante su investigación se ponen en juego, manos a la obra, no sin potenciarse, cada vez que nos reunimos, por todos los demás participantes.
Y bien, pasemos ya al último momento.
Hay un fin, bueno, hay muchos finales, pero sobre todo el que nos hace más humanos, el que, ese sí, es para todos. Y al mismo tiempo, es en realidad el fin que nos hace más vivos, como el último significante que da sentido a toda la cadena de significantes, como el corte en las sesiones que nos legó Lacan acercándonos así tanto a una clínica de lo Real al alejarnos del parloteo infinito que solo redobla el sentido, ese sí sin fin.
También hay un momento de concluir el cártel, que se supone entre uno y dos años, y una vez metidos en materia y al trabajo, ¡¿¿no me digáis que no se os hace cortísimo??!.
Aun así, y aunque a mí me llevó su tiempo, (tiempo de ver y comprender en mi análisis, que la castración y el NP me parecían conceptos estupendos, pero para mí no eran) ¡menos mal que hay fin! Igual que lo tiene mi exposición en estas jornadas, ¿os imagináis que no? que yo sigo hablando y hablando y hablando, y no doy paso a mis colegas, ¡qué agotamiento! Para mí y para vosotros, y sigo y sigo y sigo hablándoos, es un poco la experiencia con la psicosis, ¿no?, donde el discurso no tiene punto de capitón, donde la castración está forcluída.
En los cárteles también, es importante saber terminar, saber concluir, sacar sus propias conclusiones los cartelizantes y el +1. La búsqueda de saber quizá sea eterna, o por lo menos lo es para mí, siempre con algo que cuestionar, algo que aún no se comprende, el surgir de nuevas preguntas, o el descubrimiento de nuevos enigmas. Sin embargo, como es mi experiencia con el arte también, si no damos por terminado un trabajo, un cartel, una obra, no podemos pasar a otra. Saber dejar, saber perder, saber soltar, saber terminar, sabernos en falta, en definitiva, es parte de lo que nos permite también relanzar el deseo una y otra vez, a nuevos cárteles, a otros trabajos, a otros lazos, a la Escuela, a otros lugares con el psicoanálisis, a otros colegas. Es el tiempo de disolución, para descompletarlo, también aquí se nos recuerda el “no todo”.
Cada cartel tiene así su propia “vida” que transcurre en un tiempo articulado a un espacio, el de la Escuela. Es un tiempo que se teje de escansiones, movimientos, crisis, reinvenciones. Como dice Aramburu: “El tiempo de la Escuela, que se quiere psicoanalítica… es lo que nos permite decir que ella no está para cerrar la hiancia de lo real y que sus impasses impiden un saber atesorado en la impotencia de lo acabado”.
Así pues, paso el testigo a los que me acompañan en esta mañana de Jornada de cárteles.
¡Muchas gracias!
Bibliografía
Aramburu, Javier. “Los carteles y la Escuela”. Cuatro+uno
Borges, JL “Nueva refutación del tiempo” Otras inquisiciones, Editorial Emecé 1989
Lacan, J. (1970) Radiofonía, Editorial Paidós, Otros Escritos, 1° edición, marzo 2012
Lacan, J. (1953) Función y campo de la palabra y del lenguaje en psi- coanálisis, Escritos 1, Editorial Siglo XXI, 13° edición, 1985
Miller, J.-A., La erótica del tiempo, Tres haches, Bs. As., 2001
Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Bs. As., 2013