Detalle del cartel de las Jornadas XXII

Convocatoria

Decires

Bajo la propuesta de nuestra XXII Jornada de la ELP Lo que hablar quiere decir esta tercera mesa nos vuelve a poner frente a la cuestión fundamental de que el ser sujetado por la palabra, el parlêtre, constituido por el lenguaje que le da un cuerpo marcado por el encuentro traumático con lalengua, paradójicamente se enfrenta con un límite para poder nombrar, para poder decir, de tal manera que irremediablemente se confronta a un imposible de decir.
Experiencia vívida que se pone de manifiesto tanto en el recorrido de la infancia, por la cercanía del sujeto niño a la dimensión del goce de lalengua y sus equívocos, como en el sujeto psicótico en su experiencia radical de palabra. En ambos casos, el parlêtre tendrá que inventar “modos de palabra” (1) para abordar lo real al que está concernido por el hecho de ser un ser hablante, decires que puedan bordear la dimensión de inexistencia de cada uno.


Intervienen:
Gabriela Medin “Decires de infancia”
Graciela Sobral ” El lenguaje, órgano fuera del cuerpo”

Coordina: 
Mariam Martín

Martes 17 de octubre 20.30 hs

Comisión organizadora: Marisa Álvarez (responsable), Estrella Garrido, Violeta Conde, Mariam Martín, Blanca Medina (responsable), Concha Miguélez, Luisella Rossi.

Durante el encuentro, de izquierda a derecha: Graciela Sobral, Mariam Martín y Gabriela Medín

Graciela Sobral

Miembro de la ELP y la AMP

El lenguaje, órgano fuera de cuerpo

Esta reunión es parte de las actividades preparatorias de las XXII (vigésimo segundas) Jornadas Nacionales de la ELP, Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, cuyo título, “Lo que hablar quiere decir” resulta muy evocador. Hablar, decir, no hablar, no decir nada… Más allá de las innumerables cuestiones teóricas que evocan para los psicoanalistas, de las que luego comentaremos algunas, estos significantes tienen resonancias para todos. Nadie es ajeno. Es una frase que puede producir perplejidad o cierto desconcierto, este es un efecto que se produce frente a algo aparentemente obvio, de todos los días. No es una cuestión teóricamente tramposa, esa es la gracia, porque hablar, todo el mundo, más o menos, habla. Tal vez no todos se hayan planteado el ir más allá, a pensar cierto fundamento que interrogue la relación entre el decir y el dicho.

Este verano, cuando empecé a pensar en esta intervención, simultáneamente comencé a leer un libro que me parece excelente y que quisiera recomendaros, aunque tal vez no a todos os guste. Se llama “No digas nada” y su autor es irlandés, Patrick Radden. Para mí, rápidamente, antes de abrirlo, se hizo presente el conflicto en el Ulster y sus vicisitudes y ese “No digas nada” me puso delante de la detención de un militante y los apremios, por decirlo de una forma suave, que iba a sufrir. Un compañero lo exhorta a que mantenga silencio, cosa que tal vez no sea posible.

Se puede interpretar la pregunta desde distintas perspectivas, pero ahí probablemente aparecerá el fantasma de cada uno orientando la lectura, en este caso, mi relación con los movimientos sociales y revolucionarios. El propio fantasma es una de las cuestiones que sostiene la interpretación de los hechos. Ya hablaré más sobre ello.

Jacques-Alain Miller y Lacan

A partir de un excelente texto escrito por Jacques-Alain Miller, titulado «La invención psicótica» y publicado en la Revista Virtualia N° 16, haremos un recorrido donde Miller se pregunta cómo se las arregla la psicosis al no disponer del auxilio de un discurso establecido. Es una forma muy interesante de hacer una diferenciación clínica. Dice que el neurótico dispone de una solución fija, que le permite tener un cuerpo y lo que necesita para hacer lazo con el Otro. Mientras que el psicótico no tiene esta posibilidad, y necesita averiguar cuáles son los recursos que le permiten inventar su modo singular de habitar “lalengua”.

Miller pone el ejemplo de una analista brasileña que habla de un psicótico que tiene el sentimiento de estar fuera del cuerpo, y necesita inventar recursos para ligarse al cuerpo. Se pone objetos (anillos, sombreros, etc.) que para él tienen el valor de lazos y son sus instrumentos muy importantes para hacer el trabajo de ligadura. Esto se puede pensar como una invención. Pero ¿qué diferencia hay entre nuestros anillos y otras prendas que también pareciera que nos anudan como las que utiliza este sujeto? Para el neurótico se puede pensar más del lado de lo imaginario, del adorno y para el psicótico estaría del lado de la necesidad, del lado de un sintôme que lo sostiene.

      Lacan dice que lo propio en el caso de un psicótico, especialmente de un esquizofrénico, es que no puede resolver sus problemas de ser hablante haciendo llamadas a los discursos típicos. Hay un campo de discursos que dice lo que hay que hacer con el cuerpo y, en parte, es lo que se llama educación, pero eso no opera en el esquizofrénico.

Falo

Frente a la idea de que “el órgano crea la función”, Lacan cree que hay una antinomia entre el cuerpo y la función. El sujeto tiene órganos, pero su función se crea o se encuentra de a poco. En relación a la cuestión sexual, el niño se pregunta ¿para qué sirve eso? Gracias a su actividad lúdica el niño encuentra el placer, pero este placer puede estar muy cuestionado en la infancia. En torno a él puede haber una inquietud familiar (¿Qué quiere hacer? ¿Qué le pasa? ¿Por qué se toca tanto?), cosa que se ve en el caso de Juanito.

El falo es un órgano fuera del cuerpo, un órgano que escapa a ser tomado por el discurso del amo sobre el cuerpo, sobre el que no se tiene dominio. En relación a Hans, Lacan lo llama así, el órgano “fuera-del-cuerpo”, lo tiene, pero no lo tiene.

Se puede generalizar la noción de órgano-fuera-de-cuerpo. Para el psicótico hay un cierto número de sus órganos que pasan fuera-de-cuerpo: “Estoy fuera del cuerpo” decía el sujeto que comentábamos más arriba.

Si el órgano fuera-de-cuerpo califica algo que escapa es porque parece ligado. ¿Es por ello que se le puede calificar de fuera-de-cuerpo y no fuera de otra cosa en relación a la cual estaría lejos?

Esta posición de estar fuera, pero quedando ligado es lo que Lacan llama ex-sistencia: es decir estar ubicado, “sistir” en alguna parte fuera de algo. “Ex –sistire” es estar ubicado fuera-de, ex algo.

Diccionario: ex -sistir significa salirse de sí mismo y, por ende, enfrentarse consigo mismo y eso lo hace la persona espiritual, es decir, la persona que se autotrasciende. Heidegger afirma que “la ex -sistencia es algo que solo se puede decir de la esencia del hombre, o sea, sólo del modo humano de ser”. Porque el mundo del hombre es un mundo de lenguaje.

Lenguaje

Por otro lado, por el lado que más nos concierne hoy, el hecho de habitar el lenguaje forma un órgano para el cuerpo. En el comienzo, el lenguaje empuja en un determinado sentido, eso se despliega y después se toma la palabra.

Pero, en rigor, el lenguaje no es más que una envoltura. Es como si se injertara este órgano fuera-de-cuerpo al ser hablante, y para cada uno se plantea la cuestión de encontrar la función del órgano-lenguaje para hacer algo con ello. ¿Cómo hacerlo su instrumento? Lacan nos invita en esta perspectiva a pensar el lenguaje fuera-de-cuerpo. El lenguaje sería incluso el órgano fuera-de-cuerpo.

La palabra está ligada al cuerpo. Ella moviliza el cuerpo, por ejemplo, los músculos de la cara al hablar o una erización de la piel frente a una emoción muy fuerte. Está bien ligada al cuerpo y, al mismo tiempo, ocupa un cierto territorio, pasa al exterior.

Dice Lacan que es a partir del hecho de que el ser hablante está afectado por el órgano-lenguaje, que debe encontrar que su cuerpo no es sin otros órganos, que el órgano lenguaje no es único.

El sujeto no tiene más remedio que percibir que él no es solamente un ser de lenguaje, sino que hay otros órganos a los que tiene que encontrar una función.

No obstante, el sujeto puede ser llevado a tomarse por un ser de lenguaje. Lacan, durante mucho tiempo, en los comienzos de su enseñanza, mostraba un sujeto que podía captarse sin el cuerpo. Por ejemplo, el sujeto del que se trata en «La carta robada», el sujeto del significante es el puro sujeto de lo simbólico y está obligado a encontrar que su cuerpo no es sin órganos.

El cuerpo

¿Qué hacer del cuerpo?  El órgano lenguaje del sujeto produce un ser hablante, es decir, le otorga el ser, pero, al mismo tiempo, le otorga también un tener, un tener esencial que es el cuerpo.

El esquizofrénico y el problema en relación al uso de los órganos, es especialmente agudo. El sujeto tiene que encontrar otros recursos sin el auxilio de los discursos establecidos, es decir que está obligado a inventar un discurso. Está obligado a inventar sus apoyos, sus recursos, para poder hacer uso de su cuerpo y de sus órganos.

Las invenciones paranoicas no son del mismo registro que las esquizofrénicas. Ellas recaen esencialmente sobre el lazo social. Para el paranoico no se trata del problema de que la relación al órgano o al cuerpo no esté tomada en un discurso establecido. El problema para él es el de la relación al Otro. Entonces el sujeto se ve llevado a inventar una relación al Otro.

Invenciones

En Freud el síntoma neurótico reemplaza a algo existente, en cambio, el sujeto psicótico, confrontado al agujero, emparcha, emparcha el agujero con lo que puede, por ejemplo, con la metáfora delirante, o como el psicótico del inicio que emparcha con ligaduras, con el significante.

El sujeto psicótico está en una relación directa al lenguaje en su aspecto formal de significante puro, todo lo que ha construido allí no es más que una serie de reacciones de afecto al fenómeno primero, la relación al lenguaje. Lo que aquí se llama construcción, es hoy para nosotros, invención. El sujeto tiene que inventar.

La invención procede de la ex–sistencia del órgano lenguaje, que está antes de que la función sea encontrada. Por el hecho de que el órgano-lenguaje ex–siste al cuerpo, es anterior al cuerpo, el sujeto está condicionado a encontrarle una función que, o bien la recibe o bien la inventa.

Los mecanismos que se le imputan al Edipo muestran como el significante enigma –al que algunos denominan el significante del Deseo de la Madre- toma sentido y otorga al sujeto una identificación.

También una referencia importante de Lacan es el traumatismo que produce siempre el significante lalengua y su goce, el traumatismo que produce lalengua sobre el sujeto. Lacan hace de él, en su última enseñanza, el núcleo del inconsciente, el hueso del inconsciente. Es precisamente el traumatismo del significante enigma, el significante goce, el que obliga a una invención subjetiva. Es una invención de sentido que es siempre, más o menos, un delirio. Están los delirios de los discursos establecidos y también los delirios verdaderamente inventados.

Delirios

Un delirio es una invención de sentido.

Si el término invención se impone para nosotros hoy en día, es porque está profundamente ligado al Otro que no existe, está profundamente ligado a la idea de que el gran Otro es una invención.

Si tenemos la idea de que el gran Otro de lo simbólico existe, el sujeto es simplemente un efecto del significante, y el que inventa de alguna manera es el Otro. Mientras que con el Otro que no existe, que es lo que sostenemos hoy en día, el acento se desplaza del efecto, de la determinación por el Otro, al uso, se desplaza al saber-hacer-allí.

Si el sujeto tiene que saber hacer allí, es que tiene un saber allí con su traumatismo. El Otro no existe quiere decir que el sujeto está condicionado a devenir inventor, es empujado en particular a instrumentalizar el lenguaje.

Todo se juega allí. Se ve bien la diferencia entre los sujetos que alcanzan a hacer del lenguaje un instrumento y aquellos que permanecen como instrumentos del lenguaje, tanto del lado de la neurosis como de la psicosis. Hay muchos sujetos que, sin ser psicóticos, tienen muchas dificultades para salir de una posición objetual respecto de su Otro.

En relación a la dependencia de la madre de la primera enseñanza de Lacan y los sujetos que tienen dificultades para salir de la posición objetual, esto no tiene nada que ver con el ser instrumento del lenguaje del que habla aquí Miller, del sujeto que experimenta que las palabras le son impuestas, tal cual lo despliega en el Seminario 23.  

Lacan dice que “el gran Otro” es una invención del psicótico o del mundo moderno.

Más allá de la psicosis vemos en nuestro mundo un Otro que no existe o que ya no rige para todos. En esa situación, estamos obligados a inventar.

Si tenemos en cuenta las palabras de Lacan y de Miller sobre la psicosis y su necesidad de hacerse un vacío, se trata de un vacío que permita vivir a los psicóticos. Pero vemos que muchos escritores psicóticos, algunos de ciencia ficción y otros que podríamos llamar neuróticos o normales, también necesitan agujerear ese mundo inventado por ellos mismos. No se trata de un mundo compacto, cerrado sobre sí mismo, sino de uno donde los sujetos también deban hacerse un lugar para poder vivir. Por otro lado, no se puede pensar la escritura de los escritores de ciencia ficción, por ejemplo, sin la invención; ellos nos inventan. Reinventan nuestra sociedad y nuestro mundo.

Me parece que hay que tener cuidado también, a la hora de distinguir la necesidad de agujerear el mundo para encontrar un lugar en él. En la neurosis se trata del agujero para tener un lugar en el deseo del Otro, mientras que el agujero que se abre en la psicosis es por la forclusión el S1, que en relación a la marca inicial se queda solo, sin sentido.

Entonces, “Lo que hablar quiere decir” en esta perspectiva, lo podemos pensar del lado del mundo que construye la escritura, y en particular, la ciencia ficción, que como dije antes, vive en un mundo inventado para el escritor y para todos.

El escritor Phillip Dick sería un buen ejemplo de esa dificultad del lazo con el Otro, dificultad de la que hablábamos cuando debatíamos sobre la diferencia entre la esquizofrenia y la paranoia. Hoy en día, no hay garantías simbólicas ni confianza en el Otro. Pero estamos todos obligados a inventar para encontrar nuestro lugar. Ahora, en nuestra época, se trata de encontrar un respaldo social y simbólico que nos permita alojarnos.

Hay distintas vías para encontrar un lugar, una puede ser la de la palabra, la de hablar con los otros y construir con ellos un mundo que nos sostenga.

Gabriela Medín

Miembro de la ELP y la AMP

Decires de infancia. El estatuto de la palabra en el niño

Como muchos de vosotros sabéis, desde los inicios de mi práctica me intereso en la clínica con niños y considero fundamental situar algunas especificidades de la clínica de orientación lacaniana respecto del trabajo con niños.

En la conferencia que dieron Paloma Larena y Constanza Meyer, directoras de las Jornadas, antes del verano, surgieron preguntas que me interesa retomar hoy. Se me ocurrían varias referencias en la obra de Lacan, pero me centraré en el Seminario VI.

Trabajaré dos preguntas que podríamos desprender del título de nuestras Jornadas.

En esa reunión hablamos de los momentos iniciales de la constitución subjetiva y surgió una primera pregunta: ¿Qué significa hablar? ¿Qué condiciones deben darse para que un niño comienza a hablar?

En el trabajo con pediatras surge con frecuencia la cuestión de los trastornos del lenguaje, sobre todo las dificultades en el acceso al lenguaje. Desde el psicoanálisis no tratamos los problemas de lenguaje como un asunto de desarrollo. El aporte que hace un psicoanalista en el ámbito del hospital pediátrico es justamente señalar la importancia de abrir la pregunta por ese síntoma. Darle estatuto de síntoma y no de un disfuncionamiento es una apuesta por el sujeto.

Efectivamente, para tomar la palabra el infans debe pasar por el Otro. Lacan nos habla de la prematuridad del cachorro humano que se ve obligado a pasar por el Otro para satisfacer sus necesidades. Es necesario que, a partir del grito, el Otro lea allí un llamado y transforme la necesidad en demanda. Ese grito leído como demanda de presencia, instala a partir de allí la alternancia presencia -ausencia. El bebé llora, grita llamando al adulto que encarna sus cuidados. Es a partir de esa brecha, de la diferencia que se produce en la trasposición de la necesidad en demanda que se abre la vía del sujeto y del deseo. Es en la brecha que se abre entre el referente y la significación que será posible el deslizamiento del deseo en la metonimia significante. En el Seminario III Lacan se refiere al sueño de Anna, la hija de Freud. En estos momentos iniciales de su enseñanza, destaca el carácter inicial de la metonimia. Nos dice: “¿Hay acaso algo más primitivo como expresión directa de una significación, es decir de un deseo, que lo que Freud cuenta sobre su hijita menor? Este es el núcleo del pensamiento freudiano. La obra comienza con el sueño, sus mecanismos de condensación y desplazamiento, de figuración, todos pertenecen al orden de articulación metonímica, y sobre esta base puede intervenir la metáfora”[1].

Esos momentos iniciales del habla, esas primeras vocalizaciones, el laleo, el balbuceo constituye un primer juego con lalengua, material sonoro y significante que el sujeto recortará y que le permitirá construir su respuesta singular a la hiancia estructural. Esa respuesta singular tendrá que ver con los cuidados particularizados y los significantes con los que el Otro de los cuidados encarnó esa función, con el deseo que lo antecedía, pero también con el modo en que el incipiente sujeto lea esas marcas. Es así que Lacan nos dice al final de su enseñanza que el niño debe aprender, debe aprender a hacer el nudo.

Aquel día también surgió otra pregunta: ¿Qué estatuto tiene la palabra del niño?

Esta cuestión abre muchas reflexiones posibles.  Hay un amplio campo de debate respecto a qué lugar se le da en los procesos judiciales, qué lugar se le da a su palabra en la toma de decisiones respecto de su salud, de su identidad, incluso qué lugar se da a su palabra en un análisis. Estas preguntas llevan implícito el debate acerca de la responsabilidad del niño. No me adentraré en ellas.  Sólo me referiré hoy al modo en que Lacan se refiere a la enunciación del niño en el Seminario VI. Hay allí una afirmación respecto del niño que tiene mucho que ver con el tema de nuestras jornadas.  Allí dice: “el niño está preso entre dos líneas, la del enunciado y a la enunciación”.

Esta afirmación nos indica que hay algo particular en el niño, Lacan lo dice así: “En el niño algo no ha sido aún acabado, precipitado por la estructura, no ha sido distinguido en la estructura”[2].

Esta cuestión de la especificidad del sujeto-niño, fue trabajada por Freud y retomada por Lacan en distintos momentos de su enseñanza. EN el Seminario VI Lacan se sirve del análisis de los sueños infantiles, en particular el sueño de Anna Freud. Es un sueño que Freud comenta en le capítulo de la interpretación de los sueños que dedica al análisis de los sueños infantiles. Allí nos dice que la niña habla en la media lengua propia de esa edad (19 meses) y que el texto del sueño era: “Annna Feud, fesas, fesas silvestes, evos, papía”[3]. Freud lo toma como un ejemplo de su teoría del sueño como cumplimiento de un deseo, dado que en la víspera la niñera había prohibido comerlas porque las consideraba causantes de la indigestión de Anna. Para Freud brinda un primer estado del deseo sin velo ni desfiguración. En ese capítulo hace hincapié en que los sueños de los niños son expresión directa y simple de deseos, aún no desfigurados, no deformados por el proceso de represión. Sin embargo, para Lacan “el valor ejemplar del sueño pescado por Freud radica en que sea articulado en voz alta durante el sueño lo cual no deja ningún tipo de ambigüedad en cuanto a la presencia del significante en su texto actual”. No le interesa tanto la simplicidad, sino que este ejemplo le sirve a Lacan para reafirmarse en la hipótesis de que el objeto de la necesidad ha sido sometido a la fragmentación del significante, que el sujeto ha pasado por la rejilla del lenguaje.

Para Lacan, el sueño de Anna corrobora esta distinción que hace Freud de los sueños de los niños y los de los adultos, pero la explica de otro modo. Nos propone pensarla a partir de la “topología de la represión”[4], que tiene que ver con los dos planos del discurso, el del enunciado y el de la enunciación. Señala que, en el sueño, Anna se nombra en primer lugar y al hacerlo se cuenta dentro de la serie de objetos que enuncia. Nombrarse por su nombre y no como yo, implica nombrarse desde el discurso del Otro. Es aquí donde podemos ubicar lo no precipitado de la estructura. Lacan nos dice. “hace falta franquear un paso para que se realice la distinción entre el yo en calidad de sujeto del enunciado y el yo en calidad del sujeto de la enunciación, ya que eso es lo que está en juego”. La diferencia para él no tiene tanto que ver con la desfiguración de la represión sino con la posibilidad de sustracción del sujeto del plano de los enunciados del Otro.

Cuando trabajamos con niños, constatamos que hay un momento inicial en que el niño está alienado al discurso del Otro. El niño se cuenta como un objeto entre los objetos. En este mismo seminario, Lacan lo explica haciendo referencia al test de Binet. El niño responde: “Tengo tres hermanos, Pablo, Ernesto y yo”. El sujeto todavía no se descuenta, no se sustrae de la serie.

Empezar a descontarse da cuenta de un momento lógico distinto, da cuenta de que se ha producido una nueva operación. En un primer momento el niño cree que sus padres conocen todos sus pensamientos. Pero hay un momento en que el niño advierte que los adultos, sobre todo sus padres, no conocen todos sus pensamientos, que no lo saben todo. Advierten que pueden tener secretos, que incluso pueden mentir, que pueden engañar al Otro.

Este momento constituye un punto de viraje: ¿de la alienación al discurso del Otro a preguntarse qué quiere? ¿Por qué dice esto? ¿Qué quiere decir? Sólo en ese momento el sujeto tiene en cuenta el punto de falta de la cadena significante. El acceso del sujeto a la enunciación sólo se produce a partir del encuentro con la falta de un significante en el Otro, que habilita la pregunta acerca de qué quiere, que habilita la pregunta por el deseo del Otro. Es este punto de viraje el que abre la posibilidad de la operatoria de la represión. Si el Otro no es completo, si tiene una falta se abre la posibilidad de desear cosas prohibidas, de armar sus teorías, y sobre todo de construir ficciones para hacer con esa falta. Este momento implica un cambio fundamental. En un primer momento hay una aprehensión inocente de la forma lingüística por parte del sujeto que se sitúa a nivel de la demanda. A partir del encuentro con la falta de un significante el Otro (Sde A tachado), el sujeto no sabe qué es lo que representa para el Otro, qué es lo que representa en su deseo, se abre la brecha que le permite acceder al nivel de la enunciación. Así “ la captura del sujeto dentro de la articulación de la palabra-captura que al principio era inocente-deviene inconsciente”[5].


[1] Lacan Jacques, El Seminario Libro 3 Las psicosis. Paidos . Pag. 327

[2] Lacan Jacques, El Seminario Libro VI El deseo y su interpretación. Paidós. Pag. 64.

[3] Freud Sigmund, La interpretación de los sueños. En Obras completas. Amorrortu. Vol 4. Pag. 149

[4] Lacan Jacques, EL seminario Libro VI El deseo y su interpretación. Paidós. Pag. 83.

[5] Lacan Jacques, El Seminario Libro VI. EL deseo y su interpretación. Paidós. pag. 25

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